SIN FRONTERAS

Remesas, el éxodo insostenible

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Esta semana sucedió algo extraordinario. Asombrosamente extraordinario. El banco central publicó la cifra de las remesas familiares, y estas rompieron —nuevamente— su propio récord. Eso no es lo que fue extraordinario. En fin, esa cifra se ha superado a sí misma 18 veces en los últimos cinco años. No. Lo que sorprende fue por cuánto se superó, y el tamaño del pico que vivimos. 1,363 millones de dólares en los 30 días calendario del mes de junio.

Estas cifras son inmensas, incluso para este indicador, que de por sí ya nos tiene acostumbrados a un crecimiento fuera de lo común. Desde 2010 las remesas tuvieron un crecimiento sostenido. 2010 fue el año de los 200 millones mensuales. Ya en 2013, nueve de sus 12 meses reportaron remesas arriba de los 400 millones. Pero a partir de 2015 inició una tendencia que se ve a simple ojo, donde cada año los reportes mensuales tendieron a ser US$100 millones arriba del año anterior.

' Ningún indicador en EE. UU. justifica un aumento interanual de 42%.

Pedro Pablo Solares

Pero, nuevamente digo, vino 2021, que saltó de ser el año donde se hubieran esperado ingresos de 1,100 mensuales a ser un año que reportaba cifras arriba de 1,200 (marzo, abril y mayo). Pero luego vino el mes pasado, como repito, casi inexplicable, de 1,363 millones. ¡Ya casi va llegando a 1,400! ¿Cuánto es eso? Es 42% arriba de junio 2020, y 55% arriba de junio 2019. Mucho más que el triple que en junio 2013.

Al analizarlo, expertos económicos han puesto énfasis sobre el estado de la economía en Estados Unidos, lugar donde trabajan quienes envían esas remesas. Se habla de la recuperación productiva en aquel país, y de la tasa de empleo general y la hispana. Sin embargo, cabe preguntar si eso de por sí explica un aumento de tal magnitud, pues, si bien es cierto, dichos indicadores pasan por buen momento, no creo que hayan tenido un crecimiento como el que presentan las remesas guatemaltecas.
Procurando comprender esta, que es la cara más visible de un fenómeno que es en todas sus demás facetas clandestino (la emigración guatemalteca), creo que las remesas son el resultado de una ecuación matemática que suma factores externos, como el tamaño de la economía estadounidense y la tasa de empleo para hispanos (donde erróneamente incluyen al indígena guatemalteco); y, además, factores internos, como son la cantidad de guatemaltecos que se van a trabajar allá, y, además, la necesidad económica de las familias que dejaron atrás.

Ningún indicador en EE. UU. justifica un aumento interanual de 42%. Un aumento en dos años de 55%. La explicación, creo, tiene más que ver con los factores internos. Con que hay una mayor necesidad en los hogares guatemaltecos, cuyas economías están particularmente lastimadas y destruidas y que, además, provocó un repunte sustancial, importante, aún no dimensionado y ciertamente alarmante, de la población que escapa del país. Una señal de que esto no es una emigración, sino un éxodo poblacional.

Revisando mis archivos personales encontré una columna que escribí en febrero 2017, titulada Remesas enormes (como siempre). Respondía a la cifra récord que se publicó en aquel enero, que fue de US$588 millones. Ya en 2017 las remesas eran enormes. Pero lo que ingresó en junio de este año es exactamente el doble de los US$683 millones que constituyeron el promedio mensual de 2017.

¿A dónde nos lleva esto? ¿Cuándo parará? Y en ese caso, ¿qué sucederá? Este año se proyecta que las remesas superarán los US$14 mil millones. Llegando a una quinta parte de nuestro PIB, producto de una actividad considerada ilegal en donde se origina. Enorme y loable el esfuerzo de las familias que se parten por la migración. Pero ¿hasta dónde, hasta cuándo, aguantará este modelo de sobrevivencia popular?

ESCRITO POR:

Pedro Pablo Solares

Especialista en migración de guatemaltecos en Estados Unidos. Creador de redes de contacto con comunidades migrantes, asesor para proyectos de aplicación pública y privada. Abogado de formación.