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Resultados inversos

Incertidumbre sobre actuación de sujetos económicos ante aranceles en EUA

Raymond Boudon (*1934 +2013), el sociólogo francés, autor de Los efectos perversos del orden social, expone magistralmente cómo una política con fines adjudicados se convierte en contraria, con resultados inesperados e inversos. Para el efecto, recuerda el caso de Inglaterra en el siglo XVIII. El Gobierno fijó aranceles altos a los tejidos de algodón provenientes de la India, con ello buscaba proteger a los trabajadores textiles ingleses de la competencia internacional.

Los efectos perversos del orden social conspiran contra las decisiones para controlar el futuro.

Al carecer de competencia, los dueños de las tejedoras incrementaron el maquinismo, con el resultado del despido masivo de los obreros. De esa cuenta, aumentó la pobreza para quienes se deseaba proteger. El Imperio perdió, pues muchas fábricas en la India quebraron al no poder exportar sus productos a la metrópoli. Privados de la competencia exterior, los precios de los productos ingleses aumentaron con el consiguiente daño a los ingresos de la clase trabajadora y, en general, de los consumidores ingleses.

Paradójicamente, ayudó a la modernización de la industria, especialmente tanto la centrada en la lana como en las prendas populares de algodón. Por lo tanto, es pretencioso pensar que se pueden controlar los resultados económicos por medio de las acciones de gobierno. El proteccionismo convierte a las industrias locales en ineficientes y poco competitivas; la apertura sin considerar el precio de la energía y los salarios conspira contra los inicios de una industria local. Algunos pensaron en apachurrar a los sindicalistas insaciables con la deslocalización de las industrias. Se consiguió dejarlos en ridículo pero, a cambio, surgieron el desempleo y la desurbanización de grandes ciudades, convirtiéndolas en vecindarios de casas abandonadas y edificios derruidos, como Detroit, en la actualidad.

Los aranceles son impuestos que se aplican a bienes y servicios que se importan o exportan entre países. Se pueden aplicar por unidad o por valor. Al comprador lo afectan, pues debe invertir más en bienes para almacenar antes de venderlos, lo que disminuye su liquidez. El vendedor sufre disminución de la demanda porque los adquirientes a veces no desean comprometer mayor valor en su inventario, pues al subir el precio, puede disminuir el consumo.

Un vendedor de bienes de exportación, cuando el país destino de su producción impone aranceles, tiene una alternativa: 1) Conformarse con vender menos o hasta aceptar la salida de la competencia por el aumento del precio de su mercancía, o 2) bajar sus precios para mantener su espacio en el mercado, lo que implica disminuir su ganancia. En el primer caso, un caficultor o un aceitero, por ejemplo, hacen berrinche y no cosechan; en el segundo caso, los enriquecidos finqueros pueden mantener sus ventas, pues solo les significa no comprar un Toyota y conformarse con un Changan. Si son responsables y apoyan al empleo, eso deberían hacer. Los marginalistas en economía piensan que, frente a esta alternativa, se impondrá un accionar promedio. Pero a veces se equivocan, como en el caso de la India, narrado antes, donde los ricos hindúes prefirieron cerrar sus fábricas antes que bajar sus precios.

No está claro el rumbo final a decidir por el presidente Donald Trump en lo referente a fijar aranceles. Un día dice una cosa y al otro, la contraria. ¿Qué rumbo tomará? De la misma forma, no sabemos la actitud de los ricos nacionales, acostumbrados al berrinche frente a EUA y negadores de las propuestas de mayor justicia distributiva social. Cuando apapachados por el Gobierno dicen que negociarán, lo que están diciendo es que les mantengan sus privilegios.

ESCRITO POR:
Antonio Mosquera Aguilar
Doctor en Dinámica Humana por la Universidad Mariano Gálvez. Asesor jurídico de los refugiados guatemaltecos en México durante el enfrentamiento armado. Profesor de Universidad Regional y Universidad Galileo.