Pluma invitada

Ricardo Falla: examen en el amor al atardecer de la vida

Él es y será hasta el atardecer de su vida un fiel seguidor del Jesús histórico.

He conocido a muy pocas personas que, con rostro de paz y alegría, se expresen sin temor y con humildad: “¿Qué va a pasar al atardecer de la vida? Te van a examinar sobre cuánto amor en realidad has puesto en lo que has hecho”, inspirado en San Juan de la Cruz. Ricardo Falla Sánchez (1932) es una de esas personas que ha dedicado su vida al amor, al sacerdocio y al encuentro con las comunidades rurales.


Su pasión por la investigación social ha sido un medio; su motor ha sido el acompañamiento pastoral a las comunidades que, durante la guerra interna en Guatemala, fueron forzadas a huir a las montañas. Le llamaron guerrillero, aunque nunca disparó un arma, más bien su misión lo llevó a pasar por la aprobación de los grupos guerrilleros, quienes mantenían un cordón de protección para evitar que la población civil continuara siendo masacrada por las fuerzas armadas del Estado.


Aprendió a convivir con los bombardeos y los silencios obligados de los niños, niñas y animales que estas comunidades criaban para sobrevivir. Recogió cientos de testimonios de la guerra, que se convirtieron en relatos para su emblemático libro Masacres de la selva (1992).


Ricardo Falla siempre buscó analizar la resistencia campesina e indígena. Vivió de cerca la conversión de un pueblo quiché que se rebeló ante los procesos de opresión cometidos y abusos en las fincas de la Costa Sur. Esto lo llevó a escribir Quiché rebelde (1980), y más adelante la serie Al atardecer de la vida… (2013) (ocho volúmenes publicados a partir de 2013 a la fecha).


En tiempos recientes ha investigado los cambios identitarios de las juventudes en comunidades del Ixcán, como en Alicia, explorando la identidad de una joven maya (2005) y Juventudes de una comunidad maya (2006), para entender qué piensan y viven hoy las juventudes mayas en las tierras marcadas por la guerra.

Aprendió a convivir con los bombardeos y los silencios obligados de los niños, niñas y animales que estas comunidades criaban para sobrevivir.


Con una nueva perspectiva, ha querido entender qué motiva a las juventudes que migran en busca de futuro en el norte y la experiencia del retorno, como en El sueño del norte en Yalambojoch (2013). Este relato contrasta con el de sus padres, quienes buscaban cambiar las condiciones estructurales del país.


Falla continúa explorando la resistencia, a pesar de la paz, como muestra en Al atardecer de la vida: del proceso de paz a la masacre de Alaska (2014), que abre esa nueva etapa para comprender, yendo hacia atrás, la espiral de los levantamientos de los pueblos quichés.


Hoy continúa de pie, como fiel testigo del gran levantamiento de los pueblos ancestrales para la defensa de la democracia y para que se lograra la toma de posesión del gobierno electo de Bernardo Arévalo y Karin Herrera.


Ricardo Falla sigue ahí observando, escuchando y dejándose sorprender, lo que los liderazgos indígenas, una vez más, le siguen confiando sobre sus aflicciones, inquietudes y esperanzas.


En conclusión, Ricardo Falla es lo que fue para un niño crecido en la resistencia de la selva, lo que hoy es para un adulto o joven que vive en esos pueblos acompañados por él y, para los muchos otros que lo conocen en lo nacional e internacional, el guía, el escuchador, el amigo, el intelectual, el sacerdote que nunca dejará de ser un fiel del amor, por las luchas y la esperanza.


Él es y será hasta el atardecer de su vida un fiel seguidor del Jesús histórico, quien ha vivido desde el amor y la convicción por alcanzar, junto a su pueblo, la tierra prometida y la construcción del Reino en la tierra.

ESCRITO POR: