SI ME PERMITE

Si entendemos lo frágil de la niñez evitamos la violencia

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“Nunca se entra por la violencia dentro de un corazón”. Moliere

Cuando aceptamos la tarea formativa que tiene la etapa de la vida en la niñez, es muy claro que debemos ser equilibrados y balanceados en todo lo que hacemos con ellos y por ellos también. Porque cualquier extremo negativo o positivo que tomemos será de muy mal efecto a lo largo de la vida de ellos.

' Una voluntad regenerada romperá el ciclo de la violencia hacia la niñez en nuestra sociedad.

Samuel Berberián

Es innegable que muchos, cuando han de corregir algún error o mal comportamiento de un niño, lo que hacen es desahogar y descargar toda la frustración que han acumulado por un tiempo, y en el momento que lo expresan crea daño, confusión, y no ayuda en lo formativo del niño. Por el otro lado, algunos llegan a ser tan consentidores y tolerantes que dejan un vacío en las normas y patrones que hay que estructurar en el niño para que sea no solo una persona funcional, sino lograda por la disciplina que ha recibido en el proceso de la etapa que ha estado viviendo.

Tristemente, muchos niños crecen pensando que no los quieren porque se les corrige con tanta severidad que nunca compensan luego con atención y cariño la relación, para que se esté reflejando una planificada modalidad de crianza.

Es importante entender que cada niño, por su temperamento y carácter, es único, y uno debe entender cómo es cada uno, para que, lo que alguien puede ver como extremo, otro no lo vea igual. El tiempo que dedicamos con los niños, conviviendo y compartiendo, nos ayuda a conocerlos y fácilmente entendemos cómo y de qué manera debemos ayudarles a ir formando su personalidad, para que sean personas no simplemente útiles en la sociedad, sino también personas que aprecian cómo fueron construyendo sus capacidades para alcanzar los sueños que como niños han tenido.

Cada niño tiene un potencial que está escondido en él, y hay que ayudarles a descubrirlo, y si está en nosotros ser colaboradores para que con el tiempo descubran lo que quieren hacer y alcanzar y tener la oportunidad de apoyarse en nosotros para alcanzar cada paso de la vida.

Debemos cuidar que la expresión de “no se puede” no sea lo más común que escuchan. Que la frase sea: “déjame ver cómo lo podemos hacer, y con el mayor de los gustos”.

Recordemos que la vida avanza y llega el tiempo en que esos niños que criamos son adultos y nosotros somos los que dependemos de ellos, y mucho de lo que habremos de cosechar es lo que sembramos en ellos en los años formativos de la vida.

Debemos entender que los niños son muchas veces más frágiles y delicados que lo que aparentan, y si podemos, apoyarlos con el estímulo necesario para que puedan, con la mayor confianza, buscarnos. Es como cuando uno está quitando o moviendo los obstáculos que se encuentran en el camino para poder avanzar con más facilidad y mucho menos riesgo.

Como adultos debemos reflexionar y pensar si estamos disponibles y al alcance de los niños que nos rodean para que estos nos busquen, porque en la mente de ellos está la idea de “esta persona me puede ayudar o esta persona me comprende y estoy seguro de que puedo contar con ella”.

Claro está que una disposición como esta implica en muchos casos dejar lo que estamos haciendo y atenderlos a ellos, pero, la verdad, no es perder tiempo, sino una inversión que nosotros estamos haciendo en la vida de un niño.

ESCRITO POR:

Samuel Berberián

Doctor en Religiones de la Newport University, California. Fundador del Instituto Federico Crowe. Presidente de Fundación Doulos. Fue decano de la Facultad de Teología de las universidades Mariano Gálvez y Panamericana.