SI ME PERMITE

Si instruimos, evitamos que se impongan normas

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“Entre los hombres de igual inteligencia, el de mejor instrucción será superior al otro”. Dale Carnegie

Cuando estamos hablando de instrucción se entiende que es acorde a la edad de la persona y también teniendo claro lo que la persona ya sabe, porque sobre lo que uno ha sido enseñado y tiene conocimiento uno puede ir profundizando, porque eso le permitirá que forme parte de su conocimiento, y esto pueda ser no solo informativo, sino que como una herramienta útil para lo que tiene por delante en la vida.

' Las imposiciones son una clara evidencia de la ausencia de normas formativas en el procedimiento.

Samuel Berberián

Qué triste sería pensar que si se está instruyendo a alguien lo considera simplemente como una información y luego tiene la discreción de asimilar o no lo que se ha instruido. Pero es de lo más gratificante cuando alguien está siendo instruido y tiene todo el interés de no solo oír, sino que entender el cómo lo puede aprovechar. Esto es algo que en el rostro de la persona se proyecta y el instructor avala paso a paso para llegar a la meta que se ha trazado.

Uno debe ser enseñado desde muy temprano en la vida a tener una apertura a la instrucción, porque con ella no solo mejora su vida, sino que en la panorámica de la vida se van descubriendo oportunidades que anteriormente nunca se hubieran divisado. Es de otro modo como correr una cortina y mostrarle a alguien una escena que anteriormente estaba oculta y ahora se ha convertido en una nueva opción para el resto de la vida.

Cuánta razón tenía el sabio Salomón cuando en sus enseñanzas dejó dicho: “Instruye al niño en su camino, y aun cuando fuere viejo no se apartará de él”. Indudablemente llega a ser parte formativa de uno y se capitaliza para el resto de la vida.

Es bueno tener presente que la instrucción no está sujeta a asuntos de gusto, sino que por ser algo que suple la necesidad se valora una vez que se tiene y es de una manera retrospectiva. La mejor representación práctica está en la vida diaria, que cuando se compra algún aparato tiene un manual que se titula como instructivo y uno lo debería leer antes de usar el aparato, para que se evite cualquier daño posterior.

Lamentablemente, los mortales no nacemos con un manual debajo del brazo, pero los que nos van criando desde los primeros pasos nos van instruyendo de una manera sistemática, para que evitemos acciones que pueden hacernos daño y que los días que vivamos lo hagamos de la manera más gratificante y con el mínimo de disgustos.

Es innegable, cuando escuchamos las instrucciones, los más educados en su rostro se les manifiesta una expresión de atención para comprender y no tanto para gustar, y luego, al llegar el momento del desempeño, se manifiesta lo apegado que se es a la instrucción, para que el provecho sea al máximo.

Cuántos atletas y deportistas han alcanzado logros mucho más allá de lo que habían podido soñar, simplemente porque su instructor pudo ver en ellos el potencial que otros no habían percibido y, por lo mismo, les exigieron en cada momento de la instrucción hasta que al fin lograron el máximo de su potencial. Esto es para todos nosotros, pero debemos saber quién es el que nos podrá marcar el paso para alcanzar nuestro máximo potencial.

Que cada día de nuestra vida sea una oportunidad donde podemos recibir instrucción para progresar y también motivar a los que nos acompañan, para que puedan aprender algo nuevo también.

ESCRITO POR:

Samuel Berberián

Doctor en Religiones de la Newport University, California. Fundador del Instituto Federico Crowe. Presidente de Fundación Doulos. Fue decano de la Facultad de Teología de las universidades Mariano Gálvez y Panamericana.