DE MIS NOTAS

Tose Ucrania y el mundo se resfría

|

Ya todo está listo para la supuesta invasión, que, a todas luces, más parece un juego de ajedrez en sincronía con una operación diplomática para evitar el desenlace fatal de la guerra. Una guerra que ya está afectando los mercados y las bolsas mundiales.

' Hay un orden mundial y nadie, ni el mismo Putin, puede salir de él sin consecuencias.

Alfred Kaltschmitt

No son pocos los que ven que el objetivo de Rusia es negociar en las mejores condiciones y sacar las mayores ventajas de sus oponentes sin disparar una bala. Hay que recordar que, en la extinta Unión de Repúblicas Soviéticas (URSS), Ucrania era la joya de la corona por sus recursos naturales, minerales, producción agrícola e industrial, y un estratégico acceso marítimo; factores que tienen un peso crítico de incidencia en esta crisis.

Pero hay un orden mundial y nadie, ni el mismo Putin, puede salir de él sin consecuencias. Los efectos de una invasión desatarían un conflicto bélico como no se había visto desde la Segunda Guerra Mundial, y con unas externalidades muy graves para todos, no solo Rusia.

Los tiempos han cambiado. Las guerras del siglo XXI son muy diferentes a las del siglo pasado. Rusia se ubica entre las cinco naciones principales que gastan más en sus fuerzas armadas. En el 2020 gastó 61,700 millones de dólares, o el 11.4% del gasto público. Ha invertido en algo que es vital en el nuevo tipo de guerra: la guerra electrónica o cibernética, con capacidad para interferir las comunicaciones, desviar misiles, anular las comunicaciones satelitales y hackear software de infraestructura estratégica, como sucedió en marzo del 2018, según el informe que emitieron en conjunto el FBI y el Departamento de Seguridad Nacional, afirmando “que los piratas informáticos rusos obtuvieron acceso a las computadoras en las industrias objetivo y recopilaron datos confidenciales, incluidas contraseñas, inicios de sesión e información sobre la generación de energía”.

Sería una guerra distinta. Una conflagración que se sentiría en todos los mercados, desde los precios del trigo, la energía y los bonos soberanos en dólares de la región, hasta los “activos refugio” y los mercados bursátiles.

Los mercados energéticos se verán afectados si las tensiones se convierten en conflicto. Europa depende de Rusia para obtener alrededor del 40% de su gas natural, que en su mayoría proviene de gasoductos que cruzan Bielorrusia y Polonia hasta Alemania, Nord Stream 1, que va directamente a Alemania, y otros a través de Ucrania.

Guatemala no puede sustraerse de estas realidades geopolíticas que impactan su economía de forma directa y frontal. Ahora podemos ver cuán acertado ha sido contar en Guatemala con el desarrollo de una matriz energética idónea, diversificada y desarrollada alrededor de las energías renovables, en la cual el 30% es hidroeléctrico, el 31.5% es biomasa y el 4 por ciento entre geotérmico y eólico. Esto implica que el 66% de la generación eléctrica que consumimos proviene de un mix de energías renovables.

Es vital definir, desarrollar e incrementar la explotación de las reservas de hidrocarburos en Guatemala. Lograr la autosuficiencia debería ser una prioridad. Las variaciones del precio del crudo están llegando a los niveles más altos de la historia. El impacto en nuestra economía es grande, pues consume más de 1,500 millones de dólares al año.

Sin embargo, hay poca información, según el Perfil Energético de Guatemala (Landívar 2018). “Las estimaciones de las reservas de petróleo en el territorio guatemalteco tienen un alto grado de incertidumbre acerca de las reservas de petróleo del territorio, y esto es una debilidad en cuanto al desarrollo de la industria.

La autosuficiencia energética debe ser una prioridad.

ESCRITO POR:

Alfred Kaltschmitt

Licenciado en Periodismo, Ph.D. en Investigación Social. Ha sido columnista de Prensa Libre por 28 años. Ha dirigido varios medios radiales y televisivos. Decano fundador de la Universidad Panamericana.