META HUMANOS

Una guatemalteca en Costa Rica levanta la voz

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Soy guatemalteca y desde hace 30 años vivo en Costa Rica. Debo admitir que, por mi apatía a la política y supongo que también por la tranquilidad de mi vida, me he mantenido lejana a la situación política de mi país. Sin embargo, cuando tomo consciencia de la coyuntura actual y la fragilidad en la que está Guatemala, el corazón se me encoge.

' Hoy escribo para despertar nuestra corresponsabilidad para construir un mejor país.

Isabel Guzmán

En Costa Rica, aunque también hay desafíos, el presupuesto nacional en vez de asignarse a ejército se asigna a servicios de protección para la sociedad y a la conservación de los recursos naturales; por tanto, la mayoría de personas tiene acceso a educación, salud y entiende el valor de entornos sostenibles.

En Guatemala, en cambio, gobierno tras gobierno, las prioridades de inversión han sido diferentes. No es de extrañar, entonces, que hoy la población -cansada de tener gobiernos ineficientes y corruptos-, empiece a moverse en busca de dirección.

Según la última encuesta nacional de intención de voto para la segunda vuelta de las elecciones del 2023, publicada por CID Gallup para la Fundación Libertad y Desarrollo, hay una clara tendencia hacia el partido que propone la posibilidad de caminar lejos del juego político actual.

De los encuestados mayores de edad, el 90% no tiene educación superior y el 54% solo tienen educación primaria, lo cual demuestra el abandono hacia la educación de la niñez en Guatemala.

La poca inversión social ha perpetuado el círculo de pobreza y, consecuentemente, mantiene una población que, en vez de enfocarse en una visión de largo plazo, está ahogada en resolver sus necesidades básicas inmediatas de trabajo, vivienda, alimentación y salud.

Para quienes hemos tenido oportunidades de educación y con nuestro trabajo resolvemos las necesidades del día a día, es difícil entender que alguien decida su voto en función de “qué me van a regalar”, pero para quien no tiene trabajo, ni seguro el techo donde vive, la inmediatez no les permite ver el alto precio a pagar por ese “regalo”.

Si bien, como empresaria, comprendo la preocupación que algunos sectores puedan tener de experimentar una propuesta diferente a lo que ya conocen, aunque reconozcan la fragilidad del sistema actual. También puedo comprender no solo el hartazgo, sino la insostenibilidad que supone vivir bajo el modelo político actual, el cual no solo ha generado más pobreza, sino que nos pone en riesgo a todos (incluidos los empresarios), al debilitar la institucionalidad democrática y el estado de Derecho.

Como empresaria, creo en el capitalismo responsable y en la importancia de contribuir al desarrollo generando empleo y oportunidades a través de la una empresa privada digna, honesta y justa, mas no escribo esta columna para dar mi opinión sobre economía, política o incluso, y más peligroso, mi opinión ideológica, religiosa y de género, que hoy es lo que está generando división y miedos falsos.

Hoy escribo para despertar nuestra corresponsabilidad para construir un mejor país. Para preguntarnos ¿cómo desde mi trinchera, mi trabajo, mi empresa, mi familia, mi comunidad, puedo aportar a un cambio sistémico que reordene nuestras prioridades de inversión estatal y propicie educación para todos? ¿Qué tan importante es dejar de ver solamente mi círculo y ver también el de mi vecino en necesidad? ¿Cómo en vez de radicalizar una ideología, me abro y escucho otras perspectivas para tratar de conciliar pensamientos? ¿Cómo los que sí hemos tenido las oportunidades podemos dar una mano a los que no?

Sé que es más fácil decir que hacer, pero empezar por lanzar estas preguntas es un primer paso para salir de nuestra burbuja a encontrar puntos de encuentro.

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