SI ME PERMITE

Una sana sonrisa favorecerá a nuestro prójimo

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“Para conseguir lo que quieras te valdrá más la sonrisa que la espada”. Shakespeare

Al convivir, una de las cosas que hace más agradable el tiempo es que los que integran el grupo tengan una sonrisa en su rostro. Cuando eso no se da, uno se pregunta si hay algo que se debe cambiar o si están pensando algo tan serio que su rostro no refleja una sonrisa por mínima que esta sea.

' La sonrisa que nace de una vida que se vive con gratitud crea una atmósfera saludable para todos.

Samuel Berberián

No podemos negar los recuerdos que tenemos de aquellos que cuando en alguna ocasión estuvieron participando de una sesión de fotografías y muy posiblemente el fotógrafo les pidió que se sonrieran, se vieron raros, y por ello hicieron algún comentario. Lo que en verdad estaba sucediendo era que se miraban extraños porque no acostumbraban sonreír y hacerlo era extraño. Pero, sin lugar a duda, es muy placentero que la sonrisa sea parte de nosotros, la cual no debe ser requerida, sino que debe ser por iniciativa propia.

La sonrisa en el rostro usualmente comunica un mensaje de calma y serenidad, y para los que están compartiendo el tiempo, la sonrisa comunica una relación de amistad. Lo que es muy fundamental aceptar es que la sonrisa nace en la voluntad del que quiere sonreír mucho antes de que se lo estén pidiendo.

En nuestros años formativos, si nuestros mayores estuvieron atentos de nosotros se habrán preocupado si la sonrisa hubiera estado ausente de nosotros, tal vez también nos instruyeron de cuándo y cómo sonreír, para que por norma llegara a ser parte de nosotros y que nos acompañara el resto de nuestra vida.

Es interesante, dependiendo de lo que estamos pensando, leyendo o escuchando, que de alguna manera se habrá de reflejar en nuestro rostro. Por ejemplo, si lo que estoy leyendo tiene algún contenido gracioso me habré de reír, o por lo menos sonreír, pero si lo que estoy leyendo es algo trágico o triste, mi rostro habrá de comunicar lo triste de la información que mi mente recibe.

En muchas de las profesiones donde el marco de la ocupación es tratar con la gente, quien tiene una sonrisa facilita las relaciones y fácilmente logra sus metas porque no solo es la persona aceptada, sino también es bienvenida.

Si esto es verdad, deberíamos tomar unos minutos para autoevaluarnos y preguntarnos qué parte ocupa la sonrisa en mi modo de ser y en la modalidad de interrelacionarme con la gente.

Seguramente tenemos la experiencia de haber llegado a algún negocio donde nos recibieron con una sonrisa para atendernos, pero también están los casos donde, al contrario, lo primero que recibimos fue que nos preguntaran qué buscábamos acompañado de una mirada inquisitiva. Seguramente lo que hicimos fue preguntarnos si no era mejor retirarnos, porque la formalidad, agregando la poca expresión de querer servirnos, nos desanimó a seguir adelante con lo que teníamos en mente.

Si pudiéramos imaginarnos una sociedad donde la gran mayoría vive y se comunica con una sonrisa en el rostro, sería tan gratificante. Claro está que hay aquellos que están en un momento difícil de dolor o alguna dolencia donde es comprensible, pero no lo es en aquellos que simplemente han decidido ser tan formales que se han olvidado de que la sonrisa siempre debemos tenerla lista para compartirla.

Lo sabio será si antes de exigir y pedir una sonrisa somos nosotros los primeros en ofrecerla, iniciando hoy y no mañana.

ESCRITO POR:

Samuel Berberián

Doctor en Religiones de la Newport University, California. Fundador del Instituto Federico Crowe. Presidente de Fundación Doulos. Fue decano de la Facultad de Teología de las universidades Mariano Gálvez y Panamericana.