PUNTO DE ENCUENTRO
Usted decide, señor presidente
Desde la aparición del coronavirus, el mundo ya no es el mismo. En un inicio, el COVID-19 se veía como algo demasiado lejano para afectarnos. Ahora que tocó a nuestra puerta empezamos a tomar conciencia de que esto que conocíamos como “la normalidad” cambió y que no hay retroceso.
' Es hoy cuando la protección debe ir a quienes menos tienen, y no al revés.
Marielos Monzón
Los impactos del nuevo coronavirus requerirán de respuestas locales, regionales y globales. Los desafíos son enormes y aunque, en lo inmediato, los esfuerzos deben concentrarse en frenar los contagios, asegurando la atención sanitaria para todas las personas, las decisiones en esta primera etapa también implican garantizarle a los sectores más carenciados y vulnerables de la población la subsistencia digna.
En el mundo, y también en Guatemala, se están expresando -desde ya- dos visiones contrapuestas sobre cómo hacerle frente a la pandemia y todo lo que ésta implica. Una, pensada desde la óptica del mercado, priorizando la rentabilidad, la acumulación, el individualismo, las ganancias y la indiferencia, frente al desamparo y la pobreza de millones de personas. Una concepción que sigue, aún en estas circunstancias, considerando los derechos como mercancías y a las personas como consumidoras.
Y la otra, una visión que plantea salidas desde la construcción colectiva y pone el énfasis en la atención y la protección de los sectores más vulnerables, atendiendo la desigualdad, que en una crisis como la actual, se hace más que evidente. La que concibe la salud como un derecho que debe ser garantizado por el Estado y promueve la solidaridad social y la corresponsabilidad, que no es lo mismo que una malentendida caridad que surge como paliativo cuando históricamente se evaden las obligaciones fiscales y los derechos laborales.
Lo decía bien el presidente francés, Emmanuel Macron, insospechado de ser considerado de izquierdas: “Queridos compatriotas, mañana tendremos tiempo de sacar lecciones del momento que atravesamos, cuestionar el modelo de desarrollo que nuestro mundo escogió hace décadas y que muestra sus fallos a la luz del día, cuestionar las debilidades de nuestras democracias. Lo que revela esta pandemia es que la salud gratuita, sin condiciones de ingresos, de historia personal o de profesión, y nuestro Estado de Bienestar Social no son costes o cargas sino bienes preciosos, unos beneficios indispensables cuando el destino llama a la puerta. Lo que esta pandemia revela es que existen bienes y servicios que deben quedar fuera de las leyes del mercado”.
Ya quedó demostrado que ningún sistema de salud -por más sólido que sea- está capacitado para poder atender a pacientes infectados de coronavirus cuando se disparan los contagios y, además, a quienes consultan por otras afecciones. Los sistemas de salud, aún con recursos y presupuesto, colapsan ante una carga de estas dimensiones (Italia, España). Imaginémonos en Guatemala con uno de los presupuestos de salud más raquíticos del Continente, sin insumos y con mil carencias. Por eso es imprescindible cortar el círculo vicioso del contagio lo antes posible y eso amerita una cuarentena general, como ya se hizo en otros países.
Pero no se le puede pedir a la gente más pobre que se encierre si no tiene para comer, ni a las y los trabajadores que viven de su salario que “ahí negocien” con los patronos a ver cómo se arreglan. Y, encima, para no afectar la “macroeconomía”, evitar tomar decisiones como una renta transitoria y focalizada de emergencia que permita el acceso a bienes y servicios básicos mientras dure la crisis y la postergación de pagos de créditos y servicios esenciales.
Estamos frente a una situación extraordinaria que requiere medidas extraordinarias y es hoy cuando la protección debe ir a quienes menos tienen y no al revés. Usted decide, señor presidente.