CON OTRA MIRADA

Vamos al Mercurio ¿juego de palabras?

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Por las redes sociales recibí una fotografía del interior del mercado El Calvario, ciudad de Guatemala, de Alberto Valdeavellano. Fue un edificio de una sola nave, de doble altura, con locales comerciales a los lados y puestos de venta en el entrepiso; techado por una estructura metálica cubierta con lámina de cinc y tragaluz en la cumbrera. Es decir, obra neoclásica, como las estaciones del ferrocarril. Lo más llamativo de la escena es la imponente estatua de Mercurio, al fondo de la nave, sobre un pedestal que la eleva hasta la altura del entrepiso.

' De esos que nos gusta hacer a los chapines, que de paso nos permiten conservar la salud mental.

José María Magaña Juárez

En la mitología romana, Mercurio, del latín merx, que significa mercancía, fue hijo de Júpiter y Maya, hija del titán Atlante. Se le representa como un joven desnudo, con alas y sandalias, de gran astucia y agilidad. Fue el dios del comercio y protector de viajeros, también dios de los ladrones, pues robó las flechas de Apolo, el tridente de Neptuno y el sable de Marte. El 15 de mayo era su día de fiesta, llamado mercuralia.

Su presencia en el mercado El Calvario obedece al contexto de las fiestas minervalias instauradas en 1899, durante el gobierno del licenciado Manuel Estrada Cabrera, en el contexto del ideal liberal de la Ilustración que resaltó la cultura clásica. De ahí nuestra expresión popular “vamos al mercurio”.

El mercado estuvo al poniente de la colina del templo El Calvario, al final de la 6ª avenida sur. También se le conoció como La Placita, ya que La Plaza era el Mercado Central que durante la época colonial tuvo lugar, siguiendo la tradición precolombina de los días de mercado, en la Plaza Mayor. De ahí también que un sinónimo de “día de mercado” sea “día de plaza”. En época republicana (1861) se construyó un edificio específico en la antigua plaza del sagrario, atrás de la catedral. Edificio neoclásico destruido por los terremotos del 4 y 6 de febrero de 1976. En su lugar, el mercado se reubicó bajo una plaza abierta, que puso en valor la fachada oriente de la catedral y su bien logrado ingreso a las catacumbas, aprovechando magistralmente la topografía del lugar.

En 1954, el mercado fue consumido por un incendio. En ese mismo año la colina y el templo fueron demolidos para ampliar la trama urbana de la ciudad, que ya crecía hacia el sur, abriéndose la 6ª avenida hacia las zonas 4 y 9. El mercado fue reedificado, ampliándose de la 18 a la 20 calles, y de la 6ª a la 5ª avenidas. Se le conoció como La Placita Quemada.

Exceptuando el caso del mercado El Calvario, en el que fue colocado el dios Mercurio, los mercados creados a partir de 1861, como el Mercado Central y luego el Colón, mantienen como patrono protector al Sagrado Corazón de Jesús, cuya celebración, de acuerdo a la Iglesia Católica, es en el mes de junio. Durante esta se programan novenas, rezados, misas, conciertos, rifas y, desde luego, hay comida y bebidas que se comparten vendedores (locatarios) y clientes, que integran una comunidad que convive ajena a las diferencias de clase social, económica o de otro tipo, pues comparten el valor de la relación cotidiana, amistad y convivencia barrial, que aún hoy perdura.

Siempre creí que Vamos al Mercurio era un simple juego de palabras, de esos que nos gusta hacer a los chapines, que de paso nos permiten conservar la salud mental, como el más reciente: “Yo entendí que decía Dios bendiga a Guatemala, pero por fin entendí, dice: ¡Dios! vendí a Guatemala”.

ESCRITO POR:

José María Magaña

Arquitecto -USAC- / Conservador de Arquitectura -ICCROM-. Residente restauración Catedral Metropolitana y segundo Conservador de La Antigua Guatemala. Cofundador de la figura legal del Centro Histórico de Guatemala.