NOTA BENE

Vida, libertad y la cosmovisión cristiana

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Han pasado casi 16 años desde que el papa emérito Benedicto XVI levantó olas con su discurso en Ratisbona, el cual fue reconocido por la Universidad de Tübigen como el mejor discurso del año 2006. Aunque lamentablemente algunos musulmanes malentendieron su punto, el Papa dio en el clavo: lo que pensamos sobre el mundo y el hombre impacta en la forma en que vivimos.

' ¿Quién es libre, y en qué condiciones?

Carroll Ríos de Rodríguez

Benedicto XVI nos preguntó: “¿Qué hay en el origen?”. Y ofreció dos posibles respuestas: la irracionalidad o la Razón creadora. Existe consenso científico sobre el hecho de que la Tierra no existió eternamente. De allí que el mundo pudiera ser, alternativamente, producto de “o la Razón creadora, el Espíritu creador que lo realiza todo y deja que se desarrolle, o la Irracionalidad que, sin pensar y sin darse cuenta, produce un cosmos ordenado matemáticamente, y también el hombre con su razón”, afirmó el Pontífice.

En un artículo titulado “Las tres explicaciones sobre el origen y la evolución del universo” (2011), el sacerdote, profesor y autor Juan Luis Lorda desmenuza las dos posiciones sugeridas por Benedicto XVI, y agrega una tercera. No pocas personas consideran que el “mundo mismo es Dios”, explica Lorda, al estilo de los panteísmos de la antigüedad. Un ejemplo podría ser el científico James Lovelock, quien, por cierto, falleció el pasado 22 de julio, el día de su 103 cumpleaños. En su libro Gaia (1979), Lovelock desarrolla la idea de que la Tierra es un ser vivo en el cual todo está íntimamente interconectado, y que se autorregula. Lorda subraya que tales posturas tienden a atribuir a la Tierra “una cierta conciencia”, sin que por ello esta se convierta en un “alguien”.

En contraposición, la posición “mundo-Dios” y a la irracionalidad, la cosmovisión cristiana sugiere que el mundo y la humanidad fueron creados por “Alguien”: un Dios racional que se autoidentifica como Logos. Las teorías del Big Bang y la evolución biológica de Charles Darwin caben dentro de la concepción cristiana; el mundo puede cambiar de forma dinámica. Pero para el cristiano, los argumentos materialistas no bastan, pues, como explica Lorda, necesitamos explicar tanto el orden como la estructura del mundo. Además, precisamos entender nuestra capacidad para razonar, amar, y dejarnos guiar por una conciencia moral que trasciende.

“Si el mundo es una casualidad sin sentido, el ser humano es también una casualidad sin sentido”, escribe Lorda. No cabría concluir, entonces, que cada persona posee una dignidad merecedora de respeto. Abordar a la persona como un manojo de células arbitrariamente conectadas entre sí, abre la puerta al aborto, la eutanasia y otros atentados contra la vida.

Me impactó cuando Lorda elabora sobre el eslabón entre la libertad y las distintas concepciones del mundo. Un ser humano que es poco más que materia, y que está sujeto al azar, a la casualidad, realmente no es un ser libre. Si el hombre es solo materia, no es libre, pues la materia no es libre. Tampoco posee libertad de acción quien es una pequeña pieza no deliberante del Todo, sea Gaia o algo similar. El determinismo es, por definición, ausencia de libertad. Es libre quien piensa en lo que puede hacer y elige una ruta de acción sobre otras opciones. Es libre quien crea, construye, innova, planifica. El concepto de libertad lleva implícito una aceptación de que la persona es más que materia, más que azar y casualidad, y más que un engranaje de una máquina determinista.

Basten estas líneas para comprender lo mucho que podemos aprender de Juan Luis Lorda, quien esta semana estará en Guatemala, compartiendo con nosotros sus conocimientos. ¡Bienvenido!

ESCRITO POR:

Carroll Ríos de Rodríguez

Miembro del Consejo Directivo del Centro de Estudios Económico-Sociales (CEES). Presidente del Instituto Fe y Libertad (IFYL). Catedrática de la Universidad Francisco Marroquín (UFM).