NOTA BENE
Violencia, socialismo y juventud
“¿Cuáles grandes retos enfrentará tu generación cuando sean mayores?”, le pregunté a mi hijo de 12 años. Llovía copiosamente y llevábamos más de una hora atrapados dentro del carro, atascados en la Avenida de La Reforma. Yo no esperaba desatar una conversación profunda. Pero él me sorprendió con su respuesta pronta y clara: el defecto más grande de los centeniales y de los mileniales es que no temen al socialismo. Mi hijo me informó que mi generación comprendía por experiencia lo dañino que resultó el socialismo, pues vivimos la Guerra Fría. Tenemos memoria histórica de la devastación y pobreza sembrada en Cuba, Nicaragua, Corea del Norte, Vietnam, la Unión Soviética y más. “Los jóvenes creen que el socialismo sí funciona, y será difícil convencerlos de lo contrario”, sentenció mi hijo, un tanto desconsolado, haciendo notar que le ha dado vueltas al asunto.
' Debemos mejorar nuestras lecciones de historia, virtudes y economía.
Carroll Ríos de Rodríguez
La disquisición de mi hijo coincidió con una serie de sucesos turbios en América Latina. El socialismo ataca y desestabiliza Bolivia, Ecuador y Chile, entre otros países. Vimos manifestaciones violentas en apoyo a Evo Morales, quien probablemente cometió un burdo fraude electoral para aferrarse al poder, o en rechazo a supuestas medidas “neoliberales” o de “austeridad”. El peronismo-kirchnerismo retomó el poder en Argentina. La economía de México se deteriora mientras discurso del presidente López Obrador se torna cada vez más radical. Del Foro de Sao Paulo salen proclamas regionales condenando el imperialismo Yankee, tachado de ser terrorismo y “enemigo principal de los pueblos del mundo”. Se vilifica al empresariado, se alienta la “emancipación” de colectivos indígenas y afrodescendientes y de la mujer… El lenguaje guerrero obnubila los nulos logros en favor de los “marginados”. Es evidente que dichos movimientos sólo destruyen y empobrecen: las carbonizadas e inservibles estaciones del metro chileno, destruidas por turbas socialistas, constituyen un buen símbolo de sus resultados.
¿Por qué no se enteran de la realidad los mileniales y centeniales? Una explicación común es que la izquierda intelectual copó los medios de comunicación, la producción cultural y los centros educativos. Los jóvenes leen una historia editada y prédicas en contra del liberalismo y del capitalismo. Una búsqueda al azar en Internet, de sitios sobre jóvenes iberoamericanos y la política, arroja elucubraciones como la siguiente: “Frente a las condiciones de múltiples exclusiones… connaturales al modelo neoliberal imperante… los y las jóvenes de nuestra región han ido generado sentidos, discursos y prácticas políticas nuevas para hacerse reconocer…”. ¡Los jóvenes son reducidos a tontos útiles, a minoría activista! ¡Qué importa su futuro! Líderes como Alexandria Ocasio-Cortez exhortan a los mileniales a protestar contra Wall Street y el calentamiento global. No nos empeñamos en enseñar historia de verdad, virtud y responsabilidad, emprendimiento y el respeto a la propiedad privada.
En “Red October in Chile”, Pablo Maillet agrega otras tres razones para el renovado ímpetu de la izquierda. El viejo socialismo y el comunismo vuelven a atraer a las personas que se sienten estancadas o envidiosas cuando se comparan con el vecino. Se perciben desiguales, aún y cuando su situación económica sea objetivamente superior. Peor aún si el vecino resulta ser un rentista cuyos bienes fueron mal habidos; el capitalismo cronista es a todas luces condenable. Finalmente, el deseo de adquirir bienes fácil y rápidamente, sin esfuerzo, influye en muchos mileniales. “Aún cuando estén en desacuerdo con el sistema socialista, quieren los beneficios gratis que promete”, afirma Maillet. ¿Qué nos espera?