SIN FRONTERAS

Vivir ser un abogado diferente

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Decía el célebre jurista Eduardo Couture, en su decálogo a la profesión, que el abogado que no estudia todos los días es cada día menos abogado. Esto, porque —según decía— el Derecho se transforma y, por tanto, sus pasos hay que seguir constantemente. Desde que colgué los hábitos técnicos, hace ya más de cinco años, he tenido muy presente esta máxima. Pensaba y lo decía con frecuencia, que cada día yo mismo estaba cada día dejando más de ser profesional. No era para más. Eso, a lo que antes le había puesto tanto empeño, lo había guardado en la gaveta. Las cátedras de Derecho, la práctica privada. Sesiones y expedientes. Pilas de casos, con los sueños e intereses de particulares, basados todos en los finos tecnicismos de la ley positiva que se vuelven parte de la vida misma. Solo una docena de años antes, mis días eran empapados de esas finas puntualidades. No miento. Conocía la ubicación de las comas de secciones enteras de la ley. No llevaba cuenta, pero he de haber pasado un siglo en escritorio, repasando y repasando los detalles de las instituciones comunes del estudio jurídico local: Lo civil. Lo mercantil. Lo conocido. Lo aceptado. Y luego, cuando hice mi propia migración, de lo corporativo a lo rural y migratorio, dejé los expedientes. Guardé mi práctica técnica. Hubo una razón detrás de eso.

' El Derecho no se estudia solo en la ley, también acompañando a la persona a quien esa ley regirá.

Pedro Pablo Solares

Fueron muchos casos parecidos. Pero uno fue el que más me transformó. El cliente, un patojo. Su nombre es Efrén. Recién graduado de secundaria en Tennessee, lo conocí mientras su oportunidad de vida se le escapó. Por sus dotes deportivos, una universidad allá le otorgó una beca. Pero su familia entera nunca fue inscrita en el registro civil de su natal Tacaná. Como muchos más, eran indocumentados del mundo. Tomé su caso, sabiendo que no había legislación aplicable, pero con la confianza que aún tenía de mis años corporativos en la zona 10. Algo —les dije— se tiene que poder hacer. Intenté poner presión sobre el Renap que ya administraba en exclusividad la identidad personal. Fui también a exponer la trágica realidad a altos embajadores en el Ministerio de Relaciones Exteriores. La indiferencia e incompetencia de todos fueron asqueantes. Así que hice lo que cualquiera con alma hubiera hecho. Pasé a la denuncia. La exposición pública de lo que sucedía con las crecientes poblaciones expatriadas, cuyo abandono era extremo, en tiempos cuando no eran tendencia nacional. Me gané buenos enemigos. No hay duda de que fue un trabajo que pudo hacerse mejor, en planificación y ejecución. Pero se hizo lo personalmente posible con los insumos disponibles.

Por ser el día de la Señora de la Merced, patrona del gremio, se conmemoró la semana pasada en Guatemala el día del abogado. Este año, noté mayor consciencia de que era ese día. Fue como que alguien hubiera soltado el chivo, y las congratulaciones circularon aún más de lo habitual. El estar en onda diferente a la de muchos colegas me ha hecho sentir ajeno, llegando incluso a cuestionar mi vocación. Pero después de una pequeña meditación, este año, me determiné a abrazar mi profesión. Desempolvé una fotografía del día de mi graduación, y bajé del anaquel mi copia impresa de la ley que rige nuestra ética. Busqué los postulados, que son 9, y los leí con detenimiento. En particular me identifiqué con el postulado cuarto, sobre la lealtad a la justicia y al cliente, desde cualquier circunstancia y posición. Y pensé que defectos en mi camino he tenido muchos. Pero la falta de lealtad jamás ha sido uno de ellos. La epifanía de este año fue que no he fallado al decálogo del señor Couture. Quizás olvidé dónde pegar los timbres en un testimonio. Pero el Derecho no solo se estudia en los códigos y leyes. Se aprende también acompañando a la persona a quien esa ley hay de regir. Al individual y al colectivo. Al pasar a este lado, se da cuenta uno de cuánta falta hacen en el país más profesionales que, en lugar de conocer la ley positiva, la reten y la cuestionen. Esperemos que algún día las universidades tengan más visiones que estén a la altura de ese reto. El país lo necesita.

ESCRITO POR:

Pedro Pablo Solares

Especialista en migración de guatemaltecos en Estados Unidos. Creador de redes de contacto con comunidades migrantes, asesor para proyectos de aplicación pública y privada. Abogado de formación.