SIN FRONTERAS

Conservadores en la orfandad

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Me conversaba un querido amigo. Él, cristiano y empresario, bastante alicaído, confesaba hace unos meses que en términos políticos sentía un tremendo estado de orfandad. En ese momento, el hombre atravesaba una amarga resaca, igual que muchos otros, tras haber apoyado los primeros meses del gobierno actual; el de las moralejas, locas tropas y negras pitayas, con sus pasos equivocados, cada vez más evidenciados por la justicia y los medios de comunicación. Tan solo semanas antes de eso, previo a la elección presidencial, se escuchó que las élites, nuevamente consensuadas, habrían acordado una bendición electoral. Gremios empresariales, al igual que las iglesias, complacían a sus masas de conservadores que temían a la otra opción, porque la perfilaban con la izquierda. Suficiente, entonces, para apoyar y ungir óleos de santa gobernanza a quien prometió cumplirles sus llamados encantadores. En paráfrasis: “Gobernaré al país con principios bíblicos, puesto que la mayoría profesa esa religión”. Con alivio respiraron por un rato quienes profesan añorar los valores de la tradición, la religión y la buena costumbre. Pero da la impresión de que esa paz duró poco. Y que el apoyo pronto se convirtió en vergüenza, en la medida en que se desenvolvió el curso de este gobierno actual. Nuevamente oscuro, con graves señalamientos de alianzas indecorosas y de las prácticas del saqueo, al estilo más chusco que se podría imaginar. El conservadurismo guatemalteco, en su punto bajo.

La relación con ciertos círculos de las clases privilegiadas capitalinas da oportunidad de experimentar la sensación de transportarse al pasado. Con frecuencia, estas élites conciben lo político aún con los ojos de esa derecha pura que voló alto por el mundo, durante las últimas décadas del siglo pasado. Añoran en Guatemala a los más duros caudillos; y en el mundo a sus señores de antaño, como Reagan, Thatcher o el mismísimo Franco; es fácil de observar. Pero han perdido el sustento moral que inspiró su discurso, al desenvolverse el actuar de quienes les tomaron la estafeta. Como en Estados Unidos, por ejemplo, es grande el conflicto que viven los republicanos moralistas, con un presidente ampliamente conocido por actos vulgares y promiscuos. En Guatemala, aún más, el presidente ungido ha decepcionado a quienes compartieron sus citas bíblicas en campaña, al verle asociado con feas murmuraciones sobre prácticas indecorosas.

En Guatemala, el conservadurismo vuela sus horas más bajas. Los países amigos han coadyuvado a remover telones que escondían la realidad de sus bastiones. El ejército, con sólidos señalamientos de violar la vida y derechos de la población; una clase política llevada al banquillo, por su criminal corrupción; y las más altas élites empresariales, puestas en la vergüenza de aceptar haber sostenido alianza ilegal con esos políticos, sosteniendo el modelo de un país penosamente desigual. Y a esta vorágine de verdad, expuesta principalmente por las acciones de Cicig, se suma el final vitalicio de sus caudillos de antaño; y muere, junto a ellos, la probabilidad de que surja alguien capaz de defender tal pasado.

Ante semejante vacío en el conservadurismo actual, no queda más que lanzar una crítica fuerte a quienes ondean las banderas del progresismo, la justicia humana y la igualdad. A pesar de tener la justificación de sus causas de su lado, la izquierda guatemalteca ha demostrado ser incapaz de generar unión y liderazgo, tras el asesinato de sus prominentes figuras el siglo pasado. Si no logran presentar un proyecto creíble en esta elección venidera, quién sabe si volverán a tener una oportunidad semejante en un plazo cercano. El guatemalteco conservador vive su momento de orfandad. ¿Será alguien capaz de presentar una alternativa?

@pepsol

ESCRITO POR:

Pedro Pablo Solares

Especialista en migración de guatemaltecos en Estados Unidos. Creador de redes de contacto con comunidades migrantes, asesor para proyectos de aplicación pública y privada. Abogado de formación.