Conspiración Libertópolis

JORGE JACOBS A.

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Como suele suceder en esas disparatadas teorías de la conspiración, nos atribuyen un poder extremo para influenciar lo que sucede en los medios de comunicación, al manejar, cual titiriteros, a muchos periodistas. A los autores de tal teoría les digo, no hay tales: solo existe en su fumada mente; pero muchas gracias por considerar que tenemos tal nivel de influencia.

Las teorías de la conspiración encajan muy bien en la mentalidad de aquellos que consideran que siempre debe haber alguien que esté controlando las cosas, quienes creen que sin esos controles los estúpidos seres humanos (el resto, no ellos) acabarían con la humanidad. Son casi siempre los mismos que propugnan porque el Gobierno tenga todo el control posible sobre la vida de las demás personas, ya que, según ellos, de otra manera el caos reinaría. Son los mismos que nunca pueden entender el orden espontáneo porque, aunque no lo reconocen abiertamente, desprecian al resto de las personas y consideran que no son capaces de actuar para su propio beneficio, sino que necesitan a alguien que siempre les esté guiando y les diga por dónde deben ir, qué deben comer, en qué pueden trabajar. Pero sobre todo, ellos mismos son conspiradores, les gusta manejar las cosas por detrás y no hacen más que juzgar por su propia condición, como el león.

Si entendemos la acción humana, no podemos darle el más mínimo crédito a las teorías conspiracionales, ya que la mayoría de ellas, incluida la del pasquín de marras, implican que los seres humanos son simples piezas, tontas y sin iniciativa, de un gigantesco juego de ajedrez, que solo hacen y dicen lo que el “titiritero” (el conspirador) los lleva a hacer y decir. Claro, quienes propugnan estas teorías, en efecto lo creen así, con lo que demuestran no solo su total desconocimiento de la acción humana, sino también su total desprecio por las demás personas.

Nosotros, por otra parte, siempre hemos defendido el derecho que tienen todas las personas, todos los individuos, a buscar su propia felicidad por los medios y caminos que mejor estimen convenientes, siempre y cuando no violen el mismo derecho que tienen todos los demás. Sería irónico y risible que, si fuéramos “conspiradores”, hiciéramos todo lo posible para que nuestras propias conspiraciones fracasaran, fomentando el libre albedrío de las demás personas.

Es precisamente por la estupidez que reflejan quienes elaboran tales teorías que no vale la pena prestarle atención a sus desvaríos. Ni vale la pena, siquiera, analizar la secuencia que siguen en su pensamiento para llegar a las conclusiones a que llegan, ya que si uno tiene aunque sea un poco de conocimiento sobre las circunstancias, rápido ve que se fuman las conclusiones a partir de hechos aislados cuyos detalles desconocen, sea por ignorancia o por mala fe, al igual que lo hacía, por cierto, Carlos Castresana con algunas de sus “verdades interinas”.

Así que, cuando le lleguen con las teorías de la conspiración, pídales que mejor le cuenten una de vaqueros. Y si quiere forjarse su propia opinión, escúchenos en la 100.9 FM, 560 AM y en www.libertopolis.com.

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