LA BUENA NOTICIA

Corruptos religiosos

Víctor M. Ruano

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La Semana Santa concluye hoy, pero su resonancia se prolongará durante los próximos 50 días, para ir asumiendo las consecuencias éticas del acontecimiento Jesucristo en su pasión-muerte-resurrección.

Los católicos cada año viven un tiempo de gran intensidad espiritual, que dura tres meses desde la Cuaresma, tiempo oportuno para ir forjando cristianos maduros y de criterio evangélico, capaces de descubrir el verdadero sentido de la vida e incidir significativamente en la sociedad.

De lo contrario, lo que vimos esta semana, por muy religioso que haya sido, se vuelve espectáculo que apuntala la configuración de una sociedad light o consolida tradiciones para el turismo. Pero no aporta a la construcción del país que queremos. No se traduce en empeño ético para sacar el país de la crisis permanente en que vive.

Tampoco para darle una orientación decisiva a la vida y a la sociedad, tan necesitada de aquellos valores que brotan del estilo de vida que llevó Jesús de Nazaret y que al final fueron la causa de que las elites político-militar-religioso y una turba manipulada lo condenaran a la muerte.

Por eso es que abundan los corruptos mucho más de lo que imaginamos. No somos coherentes con lo que profesamos y celebramos. Abundan “los ciudadanos que, no solo son corruptos (comprobados y documentados), sino que, además y junto a su corrupción, son ostensiblemente religiosos”, dice el teólogo español José María Castillo. Los llama “corruptos religiosos”.

Son aquellos laicos que cuando llega un presbítero que les echa en cara su hipocresía y fariseísmo se alejan, y cuando llega otro, más preocupado por su protagonismo personal que por proyectos pastorales orientados a forjar laicos honestos y transparentes, aparecen nuevamente. Son los mismos que en Semana Santa no se pierden procesión y huelen a incienso, además roban, mienten, se quedan con objetos adquiridos con dinero de la comunidad y, al mismo tiempo, andan besando “cristos” y “vírgenes”, luciendo túnicas y capirotes de penitencia, asistiendo devotamente a ceremonias sagradas.

Estos son los que vinculan corrupción y religión, haciendo que ambas prácticas se potencien mutuamente. Como cuando los militares, en tiempos del conflicto armado, frecuentaban prestigiosos templos de la ciudad los domingos, o les daban los turnos de honor a la salida de imponentes procesiones, mientras entre semana iban a masacrar pueblos y aldeas en el occidente del país.

A los corruptos religiosos de su tiempo Jesús les decía “No pueden servir a Dios y al dinero”. Hoy, ellos pretenden “servir a Dios en el rezo, la misa, las devociones, siendo al mismo tiempo corruptos, tramposos, embusteros, hipócritas”. Pretenden servir a Dios, sirviendo al dinero, aunque lo hagan a costa del daño a los más indefensos y empobrecidos.

El argumento de la injerencia extranjera debilita la lucha contra la corrupción, en las circunstancias actuales; más bien, veamos seriamente la dosis de corrupción que hay en nuestra vida y en el país que hemos construido, y que, muchas veces, “ocultamos mediante la excelente tapadera que puede ser la religión”.

pvictorr@hotmail.com

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