LA BUENA NOTICIA
Corruptos religiosos
La Semana Santa concluye hoy, pero su resonancia se prolongará durante los próximos 50 días, para ir asumiendo las consecuencias éticas del acontecimiento Jesucristo en su pasión-muerte-resurrección.
Los católicos cada año viven un tiempo de gran intensidad espiritual, que dura tres meses desde la Cuaresma, tiempo oportuno para ir forjando cristianos maduros y de criterio evangélico, capaces de descubrir el verdadero sentido de la vida e incidir significativamente en la sociedad.
De lo contrario, lo que vimos esta semana, por muy religioso que haya sido, se vuelve espectáculo que apuntala la configuración de una sociedad light o consolida tradiciones para el turismo. Pero no aporta a la construcción del país que queremos. No se traduce en empeño ético para sacar el país de la crisis permanente en que vive.
Tampoco para darle una orientación decisiva a la vida y a la sociedad, tan necesitada de aquellos valores que brotan del estilo de vida que llevó Jesús de Nazaret y que al final fueron la causa de que las elites político-militar-religioso y una turba manipulada lo condenaran a la muerte.
Por eso es que abundan los corruptos mucho más de lo que imaginamos. No somos coherentes con lo que profesamos y celebramos. Abundan “los ciudadanos que, no solo son corruptos (comprobados y documentados), sino que, además y junto a su corrupción, son ostensiblemente religiosos”, dice el teólogo español José María Castillo. Los llama “corruptos religiosos”.
Son aquellos laicos que cuando llega un presbítero que les echa en cara su hipocresía y fariseísmo se alejan, y cuando llega otro, más preocupado por su protagonismo personal que por proyectos pastorales orientados a forjar laicos honestos y transparentes, aparecen nuevamente. Son los mismos que en Semana Santa no se pierden procesión y huelen a incienso, además roban, mienten, se quedan con objetos adquiridos con dinero de la comunidad y, al mismo tiempo, andan besando “cristos” y “vírgenes”, luciendo túnicas y capirotes de penitencia, asistiendo devotamente a ceremonias sagradas.
Estos son los que vinculan corrupción y religión, haciendo que ambas prácticas se potencien mutuamente. Como cuando los militares, en tiempos del conflicto armado, frecuentaban prestigiosos templos de la ciudad los domingos, o les daban los turnos de honor a la salida de imponentes procesiones, mientras entre semana iban a masacrar pueblos y aldeas en el occidente del país.
A los corruptos religiosos de su tiempo Jesús les decía “No pueden servir a Dios y al dinero”. Hoy, ellos pretenden “servir a Dios en el rezo, la misa, las devociones, siendo al mismo tiempo corruptos, tramposos, embusteros, hipócritas”. Pretenden servir a Dios, sirviendo al dinero, aunque lo hagan a costa del daño a los más indefensos y empobrecidos.
El argumento de la injerencia extranjera debilita la lucha contra la corrupción, en las circunstancias actuales; más bien, veamos seriamente la dosis de corrupción que hay en nuestra vida y en el país que hemos construido, y que, muchas veces, “ocultamos mediante la excelente tapadera que puede ser la religión”.
pvictorr@hotmail.com