REFLEXIONES
Crisis de Estado
Cuando observamos el mundo de hoy es difícil entender por qué en todos los continentes hay países que se encuentran en crisis. En algunos casos se trata de movimientos que queriendo dar una explicación religiosa regresan al fundamentalismo, tratando de justificar formas de violencia irracional especialmente contra las mujeres, impensables para el siglo XXI.
En este proceso se han deteriorado progresivamente los Estados o los han tornado inoperantes o casi inexistentes en algunas regiones.
En nuestra América Latina el fenómeno ha sido distinto, pues después de haber terminado los golpes de Estado de gobiernos militares tuvimos un breve período de desarrollo democrático, de reconocimiento de los derechos humanos y elevando el nivel de vida de la población; sin embargo, a raíz del narcotráfico y el incremento de la corrupción, ha vuelto la situación de crisis por la falta de transparencia de los líderes, el autoritarismo que vuelve a reflejarse en un retroceso de derechos humanos, especialmente en la libertad de expresión y una penetración de las estructuras ilegales del crimen en el Estado, a través de la corrupción de funcionarios públicos.
Esto no solo pone en entredicho el supuesto modelo de democracia de América Latina, sino además genera una crisis de institucionalidad en el Estado. Los políticos tradicionales pierden credibilidad y arraigo con la población y convierten la política en un medio de vida. El mismo sistema político debe ser reformado para actualizarlo y recuperar cierta operatividad.
En este contexto, la misma sociedad descuida y se aleja del quehacer político y hasta lo rechaza, y de la nada surgen líderes populistas que se presentan como líderes antisistema.
Para empezar este nuevo período en Guatemala, debemos proponernos como tarea urgente la reforma política empezando por la LEPP hasta la estructura constitucional del Estado, planteándonos esta reforma no como la propuesta de un sector de poder de la población, sino a partir de la participación de todos los sectores. Solo así podrá Gua- temala reencausarse positivamente, pues no podemos perder de vista que el próximo gobierno toma el poder con una crisis fiscal que limitará su ejecución y la misma sostenibilidad del aparato público, además de una crisis de inseguridad, servicios de salud, educación y empleo que demandan respuestas inmediatas del Estado.
En este escenario es previsible pensar en un ambiente de desasosiego y conflictividad social en el que le quedan dos caminos al nuevo gobierno: o acepta la demanda de reformas profundamente democráticas con apoyo del Congreso, o se asumen soluciones de autoritarismo y violencia que nos harán retroceder 20 años.
Las decisiones de futuro requieren mucha madurez de Estadista, ya no se trata del mensaje de una frase que usa para una campaña electoral, sino que representa elaborar propuestas profundas que fortalezcan al Estado.
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