ALEPH
Derrame que no derrama
Tan bonita la teoría del derrame. De manera muy simple, lo que dice es que todo mundo debería de estar feliz porque los ricos acumulen riqueza, ya que esta se derramará automáticamente hacia los pobres, por medio del mercado de capitales. En la práctica, la teoría del derrame es la gran mentira del modelo económico imperante. No en balde dijo Sowell (2006): “Desafío a que alguien señ?ale a un economista –que trabaja en el sector pú?blico, la academia o en cualquier lugar que no sea un asilo para luná?ticos-, que alguna vez haya argumentado a favor de la ‘teoría del derrame’”.
En Guatemala tenemos algunos de los capitales más fuertes de la región, pero unas de las peores cifras de pobreza en el contexto latinoamericano (70.3%), solo por encima de Nicaragua y similar a Honduras (CEPAL). Además, estuvimos cinco meses en las calles protestando en contra de la corrupción, mal endémico que tienen a las instituciones del país en los huesos. En ese contexto, llama la atención cómo el aplaudido comisionado de la Cicig, Iván Velásquez, picó el hormiguero al sugerir (como se ha hecho ya en otros países vecinos), la creación de un impuesto temporal y especial sobre los grandes patrimonios, para fortalecer temas como seguridad y justicia.
Muchos que lo habían aplaudido se alborotaron. Llegaron así los consabidos argumentos y contraargumentos: 1.) No hay que tributar más hasta tener instituciones más fuertes porque todo se lo roban, pero resulta que –aunque no todo se trata de dinero- si no fortalecemos esas instituciones, no acabaremos con la corrupción. 2.) No es el momento de más impuestos, pero resulta que nunca lo ha sido versus los eternos privilegios fiscales para algunos. 3.) Con lo que ya se tributa -que por cierto es muy poco- deberíamos de contentarnos, pero resulta que tenemos demasiados evasores y una bajísima tributación en comparación, no solo con otros países, sino con nuestras grandes necesidades y obligaciones. 4.) Que los inversionistas no vendrán si se suben los impuestos, cuando lo que realmente sucede es que los inversionistas se van cuando no hay certeza jurídica y seguridad en un país.
El IX Foro de Competitividad de las Américas, que se celebra en Guatemala, tiene como lema “instituciones más fuertes, igual a más competitividad”. ¿Cómo hablar de instituciones fuertes en un Estado débil? Me parece esquizofrénica la práctica de no tributar, robar, endeudarnos y exigir. Por razones coyunturales, vinculo el tema de los impuestos al problema de la salud. Me hace ruido cuando se habla de que la salud es gratuita en un país donde, hasta por un agua gaseosa, se paga impuesto. Me incomoda que, encima, se quiera privatizar la salud y con ello perjudicar, de nuevo, a los de siempre. La ciudadanía guatemalteca de a pie está muy desprotegida y, aún quienes medio vamos saliendo, sentimos duro pagar impuestos, no tener acceso a nada, ni capacidad de ahorro, además de vivir en un país inseguro y violento, sin tener siquiera asegurada la vejez. Así, imposible pensar en un sistema de seguridad social, en una educación de calidad, en una justicia pronta y cumplida, en instituciones fuertes. Imposible pensar en ser país.