TIEMPO Y DESTINO

Desmilitarización será conmemorada

Luis Morales Chúa

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Llegaron los esbirros de la dictadura ubiquista. Su cometido era único. Apresar, sin orden de juez competente, como era usual por aquellos días, al pedagogo Jorge Luis Arriola director de la Escuela Normal Central para Varones, por considerarlo un enemigo más del régimen de mano dura, establecido por el general Jorge Ubico Castañeda, régimen que a partir de 1931 se prolongaría por catorce años continuos, bajo el alero de las reelecciones.

Los hombres encargados de cumplir la captura llevaban el acuerdo de destitución. Y la cumplieron bien, con un abusivo irrespeto a la dignidad de la persona humana.

Lo golpearon y se lo llevaron. Quienes presenciaron la escena de la detención ilegal, imaginaban un final trágico: el maestro podría ser asesinado. Pero, tuvo suerte. Lo encarcelaron y respetaron su vida.

En la época de Ubico, los centros de enseñanza media, para varones, estaban militarizados. Yo era alumno interno en el Conservatorio Nacional de Música. Mi maestro era Heinrich Joachim, un extraordinario violonchelista alemán. El inspector general del internado era el capitán del Ejército René Quiñónez Bone, y el 15 de septiembre nos hacía desfilar, portando carabinas viejas, sin balas, que le proveía el Ejército. La Escuela Normal también estaba militarizada. Pero, en el corazón de cada alumno latía el espíritu libre de uno de los más preclaros patriotas latinoamericanos que impartió cátedras en ese centro educativo: José Martí. Así que después de ser conocidos los detalles de la captura y prisión del director, comenzó un movimiento de solidaridad con él y los dirigentes estudiantiles determinaron que la mejor forma de hacer patente su descontento era abandonar la Escuela Normal, en son de huelga indefinida. Y así lo hicieron. Yo ingresé a ese centro de formación magisterial dos años después de la huelga, por lo que me perdí la oportunidad de participar. Pero, intenté reivindicarme cuando, en julio de 1949, la Guardia de Honor se alzó contra el Gobierno del doctor Juan José Arévalo. Medio centenar de estudiantes internos escapamos de la Escuela Normal, en horas de la madrugada, y fuimos a unirnos a militares leales al arevalismo, en la base La Aurora, y esta vez nos fueron entregadas carabinas cargadas de balas.

Dirigidos por oficiales del Ejército, marchamos hacia el cuartel rebelde y nos apostamos frente a la iglesia de Yurrita, listos para entrar en combate. Pero, esto no fue necesario. Otros civiles partidarios del arevalismo habían entrado ya a la Guardia de Honor, los soldados se habían rendido y el cuartelazo estaba sofocado. La noticia nos fue comunicada por uno de nuestros “jefes” y se dio la orden de que retornáramos a la base y después de ello nos dispersamos. Dos bajas hubo entre los estudiantes. Uno de apellido López y el “cadete” Hernández. Este último era un interno que junto a otros estudiantes se fue por su lado a combatir, en favor del Gobierno.

Pues bien, el espíritu del normalismo de aquellos años era así. Una mezcla de amor a la libertad, a la democracia y al pueblo de Guatemala.

La huelga del 25 de septiembre fue uno de los sucesos cívicos que contribuyeron a la caída de Ubico y fue en consecuencia uno de los movimientos que culminaron con la Revolución de Octubre de 1944. Después de la huelga, la Escuela Normal fue desmilitarizada. Y, cinco años más tarde, en 1954, las cosas cambiaron; el “antiarevalismo” tomó el poder y la Escuela Normal quedó en la mira de algunos de los nuevos gobernantes y ministros de educación.

Una de las primeras represalias fue suprimir los internados y, como se ha visto en los tres años pasados, la autonomía de la carrera magisterial fue suprimida.

Han pasado seis décadas de antinormalismo. Sin embargo, vamos a reunirnos nuevamente este 25 de septiembre.

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