De las dudas a la fe

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Esas mujeres fueron las primeras que descubrieron que las cosas no estaban tal como habían quedado el viernes. La piedra que cubría la oquedad rocosa donde había sido colocado el cadáver estaba removida y el cadáver no estaba. De ningún modo saltaron a la conclusión de fe, sino que hicieron la interpretación lógica y natural del hecho. Han saqueado la tumba y se han robado el cadáver. Cuando los varones del grupo, advertidos por las mujeres, constataron los hechos, no llegaron a una conclusión diferente; quedaron perplejos. Un discípulo es la excepción. Al llegar a la tumba constató que la mortaja que había cubierto el cuerpo estaba en su sitio, como si el bulto del cadáver se hubiera desvanecido. La hipótesis del robo no cuadraba, pues los ladrones se habrían llevado el cadáver con la mortaja, o si solo querían llevarse el cuerpo, la mortaja habría quedado tirada y revuelta, no en su lugar y compuesta.

El candor con el que los relatos cuentan las dificultades de los discípulos de Jesús para llegar a la conclusión de que él vivía de un modo nuevo es un signo de autenticidad y seriedad. Si los evangelios fueran escritos propagandísticos, omitirían estos datos que pueden reducir la credibilidad del mensaje. Solo las apariciones de Jesús ayudaron a vislumbrar otras interpretaciones posibles para el hecho de que el cadáver ya no estaba. Pero incluso estas apariciones fueron recibidas con dudas y con cuestionamientos. El que se aparece, ¿es el mismo Jesús de antes o es una alucinación?

Entre todos los relatos de las dudas iniciales es célebre el que concierne a Santo Tomás. El evangelista Juan cuenta que al atardecer de aquel día en que había sido descubierta la tumba vacía, Jesús se apareció a los discípulos. Tomás no estuvo para la ocasión. Cuando le contaron se resistió a creer. Quería pruebas tangibles.

Ocho días después, estando Tomás presente, Jesús volvió a aparecerse y le ofreció la oportunidad de obtener la prueba requerida. El evangelista parece indicar que Tomás se contuvo y se conformó la experiencia visual. La representación artística de la escena, en pinturas y esculturas, no ha sido tan delicada con Tomás. Pero el relato de las dudas del principio muestra que la fe no es credulidad ingenua ni ficción inspiradora ni conmoción estética ni ideología sectaria, pero tampoco deducción racionalista. Se basa en hechos cuya explicación más sencilla exige la decisión de admitir una causa que les excede: el poder de Dios para dar vida y sentido.

ESCRITO POR:

Mario Alberto Molina

Arzobispo de Los Altos, en Quetzaltenango. Es doctor en Sagrada Escritura por el Pontificio Instituto Bíblico. Fue docente y decano de la Facultad de Teología de la Universidad Rafael Landívar.