CON NOMBRE PROPIO
El Estado es laico
El diccionario dice “laico: que no tiene órdenes clericales”. Al buscar clerical encontramos: “Marcadamente afecto y sumiso al clero y a sus directrices”. Un sinónimo de laico es seglar. Si bien la palabra “clero” está relacionada con la Iglesia Católica, el sentido del tema es que el Estado no tiene religión.
Si buscamos un poco en nuestra historia, encontramos que el artículo 12 de la Constitución de Cádiz, promulgada en 1812 para España y sus reinos, señalaba: “La religión de la Nación es y será perpetuamente la Católica, Apostólica, Romana, única verdadera. La Nación la protege por leyes sabias y justas, y prohíbe el ejercicio de cualquier otra”. La Constitución Federal de Centro América, de 1824, refería —ya en época independiente—, en su artículo 11: “Su religión es la Católica, Apostólica, Romana, con exclusión del ejercicio público de cualquier otra”.
Rodrigo Borja, expresidente ecuatoriano y uno de los constitucionalistas más notables de América Latina, en su Enciclopedia de la Política nos explica con claridad qué debe entenderse por laicismo: “…establece la independencia estatal frente a la influencia religiosa o eclesiástica. El Estado prescinde de todo credo religioso, no profesa religión alguna… El laicismo garantiza el libre ejercicio de todos los cultos y además se empeña en rodearles de toda la respetabilidad posible y de alejarlos de los riesgos de las luchas políticas, que en el pasado condujeron a ciertos sectores del clero a pactar con déspotas sanguinarios o a servir a reinas disolutas”.
Vienen estas reflexiones porque en el último de los “debates”, organizado por ciertas iglesias evangélicas, se denotó un claro interés de ambos candidatos para “quedar bien” con ese público, dando respuestas teológicas a preguntas que, desde el estrado estatal, deben ser resueltas como derechos.
Guatemala ha hecho esfuerzos por construir un Estado Constitucional y Democrático de Derecho, y esto es tarea cuesta arriba cuando se tocan fibras íntimas. En nuestra sociedad debemos empezar a debatir, desde un ángulo jurídico y no dogmático o clerical los temas, por ejemplo, del aborto, el reconocimiento legal a parejas homosexuales y la adopción de niños por parte de ellas. Ya Cortes de Estados Unidos y México han dictado sentencias que deben analizarse en estas tierras.
Vivimos un país donde una buena parte de partos son producto de violación o de incesto, y es un secreto a gritos que los abortos se practican de forma “clandestina” en clínicas que hasta en este diario se anuncian con publicidad sugestiva. El tema del reconocimiento legal a parejas del mismo sexo es un tema que tiene efectos económicos porque el derecho de herencia o alimentos es fundamental para la sobrevivencia.
El próximo presidente representa la unidad nacional, él puede estar en contra de muchos de estos temas, pero los mismos se resuelven en Cortes y poco puede, desde el Ejecutivo, evitar él.
La historia enseña que las religiones siempre están tentadas por el poder; en nuestro caso, somos nosotros los que no debemos permitir confundir conceptos fundamentales. Bien lo dijo Jesucristo: “A Dios lo que es de Dios, y a César lo que es del César”.