LA BUENA NOTICIA

El Hijo de Dios

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Ha comenzado el tiempo cuaresmal de este año. Para los creyentes es tiempo de crecimiento espiritual, tiempo para caminar hacia la celebración de la Pascua y hacia la misma eternidad. Dios, a través de la Iglesia, ofrece su perdón para suscitar el arrepentimiento; instruye a los que están dispuestos a escucharlo para motivarlos a crecer en caridad y en santidad.

La cuaresma es como un tiempo de ejercicios espirituales prolongados, para que los fieles se renueven interiormente con el auxilio de la gracia de Dios y para que así puedan renacer a la alegría de la fe en la celebración de la Pascua del Señor. Las devociones propias de este tiempo como las procesiones y ejercicios del viacrucis, las privaciones voluntarias y los gestos de caridad a los que la Palabra de Dios convoca a los creyentes deben ser apoyo y estímulo para lograr ese propósito espiritual.

En cuaresma la atención se centra en Cristo y su obra salvadora. En el primer domingo de cuaresma, el relato de sus tentaciones en el desierto es el tema de meditación. Es un relato imponente. El Hijo de Dios confronta al Príncipe del Mal. En su bautismo, Dios había declarado a Jesús Hijo suyo. El mismo Espíritu que había bajado sobre Jesús en el bautismo, lo lleva al desierto, y lo somete a prueba. Es una experiencia que pertenece al designio de Dios sobre Jesús. En este relato se condensa como en una miniatura toda la vida de Cristo. Porque si miramos bien su biografía como la cuentan los evangelios veremos que desde el principio, Jesús tuvo que hacer frente a variados desafíos a su autoridad, a cuestionamientos sobre su identidad.

Lo acusaron de hacer curaciones con el poder de Satanás; le pidieron milagros para demostrar que era el Hijo de Dios; al final de su vida le exigieron que bajara milagrosamente de la cruz para demostrar su condición divina. Son provocaciones parecidas a las que el diablo recurre para ponerlo a prueba. Jesús rebate cada provocación diabólica con una referencia a la Palabra de Dios a la que él se atiene. Jesús demuestra su condición de Hijo de Dios por su obediencia al Padre, incluso cuando esa obediencia implica sufrimiento y hasta la muerte.

Este es el mensaje al inicio de la cuaresma: Jesús es nuestro Salvador. Él es el Hijo de Dios que se ha hecho hombre y no ha sucumbido a la prueba del diablo. Por eso en él hay esperanza para la humanidad. El hombre por sus propios medios no puede salvarse, no puede dar razón de su vida ni superar la muerte. Pero quien ponga su fe en Jesús, lo descubrirá como su Salvador.

Esta cuaresma es tiempo de renovar la adhesión a Jesús, la confianza en él. Si por el pecado de Adán, dice san Pablo, estableció la muerte su reinado, con mucha mayor razón reinarán en la vida por un solo hombre, Jesucristo, aquellos que reciben la gracia sobreabundante que los hace justos. Recibir en mayor abundancia esta gracia y hacerla fructificar en la caridad y la santidad es el propósito de esta cuaresma.

ESCRITO POR:

Mario Alberto Molina

Arzobispo de Los Altos, en Quetzaltenango. Es doctor en Sagrada Escritura por el Pontificio Instituto Bíblico. Fue docente y decano de la Facultad de Teología de la Universidad Rafael Landívar.

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