ENCRUCIJADA
El ocaso
El reciente llamado empresarial en Enade, a que se depure el Congreso, contrasta con la situación que se dio durante el llamado Serranazo, como ha notado Édgar Gutiérrez en una columna reciente. En aquella ocasión el papel del Cacif fue decisivo: operó como una verdadera vanguardia del proceso de cambio. Incidió en la renuncia de Serrano, la llegada de Jorge Carpio a la Presidencia y la depuración del Congreso. Pero ahora la situación es diferente. Podríamos hablar del ocaso de los poderes corporativos históricos, que aparte del “sector privado organizado” incluían principalmente al Ejército y a la Iglesia Católica. Para comenzar, el Ejército sufrió un deterioro de su imagen por su identificación con Otto Pérez, antiguo general de esa institución. Sin embargo, el Ejército asumió una postura de respeto constitucional que lo alejó de su antigua condición de fuerza corporativa con intereses por encima del Estado, y más bien se acercó a la condición de una entidad profesionalizada del Estado que se rige por la ley y que respeta la voluntad expresada en las urnas. De ganar Jimmy Morales la segunda vuelta, cabría esperar que el Ejército mantenga esa posición y que no se vaya a plegar a los militares jubilados que acompañan a este candidato. Por su parte, la Iglesia Católica fue víctima de cierta rigidez doctrinaria y del avance de otros grupos religiosos que han convertido a Guatemala en el país con la mayor proporción de evangélicos en América Latina. Pero la Iglesia Católica, aun cuando ya no tenga el poder que tuvo, también tiene ahora una mejor imagen, rescatada por la visión renovadora del papa Francisco.
El sector privado organizado, representado por el Cacif, comparte la característica de menor incidencia política del Ejército y de la Iglesia Católica, pero no ha logrado mejorar su imagen. Algunos de sus líderes intentaron involucrarlo activamente en la lucha del movimiento social contra la corrupción, pero la presencia de representantes de ciertas cámaras en cargos ministeriales del gobierno de Otto Pérez impidió que el Cacif ejerciera una oposición categórica. Su apoyo a la renuncia de Baldetti y Pérez fue tardío, a la zaga del movimiento social. Y su reivindicación a favor de la de depuración del Congreso tiene un color similar: viene después de un apoyo incondicional a elecciones que no lograron renovar el sistema político, aun cuando hayan impedido que llegara Baldizón al poder.
Actualmente la capacidad del Cacif, de incidir, choca ante la existencia de otros poderes. Incluye a los poderes del Estado, especialmente un poder judicial bajo presión nacional e internacional para que opere independientemente, y el Legislativo, este último sujeto a presiones corporativistas diferentes, de políticos que se han vuelto empresarios emergentes. A ello se agrega el conglomerado plural y descontento de los que manifestaron entre abril y agosto, que desconfían de todo tipo de corporativismo. El único espacio que le queda al Cacif es el poder Ejecutivo. Veremos cuántos ministros logra colocar en el próximo gobierno.
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