ALEPH
El perverso #Pacto de Corruptos
Perversos los que integran el #Pacto de Corruptos en Guatemala, y perverso el orden que sostienen. Perversas sus intenciones y sus actos. Y esto va más allá de una simple percepción, porque para quienes estamos casados con el sistema de signos que nombra el mundo la palabra perverso tiene fuerza, tanto por su significado como por su etimología. Por su significado, hace referencia a la persona que obra con mucha maldad y lo hace conscientemente, incluso disfrutando de ello. Por su etimología, deriva del latín “perversus”, que significa muy malo, o totalmente al revés de las normas de una sociedad.
Este orden perverso funciona porque hay engranajes que permanentemente lo aceitan. Vamos a nombrar un par. Según Serrano y Benzquén (PzP/18-12-18), la élite guatemalteca ocupa el primer lugar dentro de las élites más acaparadoras de América Latina, lo cual quiere decir que hay dinero, pero también que hay un sistema que permite esta concentración, sin que se traduzca en una mejor vida para las mayorías. El economista guatemalteco Maynor Cabrera, usando la misma medición alternativa de la desigualdad propuesta por el exjefe de investigación del Banco Mundial Branko Milanovic, llega a muy similares resultados sobre la desigualdad guatemalteca. Esto se confirma en una eterna macroestabilidad económica que nos sitúa como la economía regional más grande, sin que ello se refleje en las microeconomías de un casi 70% de familias guatemaltecas que viven en situación de pobreza y/o pobreza extrema.
Esto no quiere decir que todos los empresarios sean iguales, sino que ha habido muy malos empresarios con demasiado poder, poca consciencia y demasiados privilegios en Guatemala. Si una persona nace en el seno de una familia dueña de un monopolio mal habido y sostenido, que además obtiene constantes subsidios y privilegios fiscales, o que si quiebra es rescatada por la Banca Central (alimentada con el dinero de todos), es difícil usar la palabra “empresario”. Quizás quedaría mejor “patrón”. A manera de ejemplo contrapuesto, el rubro de las remesas que envían los migrantes es hoy, por sí solo, el principal motor de nuestra economía.
Este es el engranaje que —a través de corrupción y financiamiento ilícito— aceita el otro que a continuación mencionaré: el político. El gobierno actual ha buscado poner de rodillas a una incipiente democracia, y ha dado señales de una crasa perversidad política, estratégica y ética. La Cicig (en apariencia) ha sido el cuco de este gobierno que nos ha llevado, desde el 2015, a nuestras orillas más peligrosas. Antes de ello, cuando la Cicig solo había tocado a la clase política, nada se había movido demasiado. El temblor más fuerte se dio cuando tocó al sector económico; entonces se fortaleció el #Pacto de Corruptos, que hoy realmente no le tiene miedo ni a la Cicig ni a su comisionado, ni a los 11 funcionarios a los cuales la canciller (con minúscula) pretende impedir entrar a Guatemala, porque a lo que realmente le tiene miedo es a la Justicia, con mayúscula, que no es lo mismo que el mal llamado imperio de la ley. Hemos visto cómo en acciones maliciosas y retardatorias (todas dentro del marco legal), se ha boicoteado a la justicia.
Todo ello se logra aceitando otro engranaje: el de la inseguridad ciudadana. Los movimientos que se han dado a lo largo de este año en la PNC pueden servir bien a quienes quieren asegurar el establecimiento de un orden perverso. Ojo. La sociedad civil está articulada, y aunque sea un tiempo de paz y familia el que este perverso gobierno interrumpe, la ciudadanía está actuando en menor tiempo y de manera más direccionada. Sin embargo, en este momento es la Corte de Constitucionalidad la que debe conocer y resolver los recursos planteados a favor de que la Cicig continúe su trabajo y la justicia prevalezca. No podemos dejarle a la magra esperanza de las siguientes elecciones el peso de nuestro presente y futuro, porque la perversidad sin contención no tiene límites.
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