DE MIS NOTAS
El poder en el poder
Eran días aciagos. Inglaterra estaba siendo bombardeada con la consistencia fanática de un Hitler obsesionado con ver la caída de la Gran Bretaña. Sirenas sonando de día y de noche recordaban a los ingleses la paranoia de la destrucción y la muerte. En el diario caos siempre había voces disidentes en el gabinete contradiciendo las decisiones del primer ministro. Siempre había una propuesta mejor, una idea más efectiva, una opositor tratando de minar su autoridad. Aun en medio de la guerra, había celos y contienda.
Al final de una larga alocución de un opositor criticando su postura con relación al manejo de la estrategia militar, Winston Churchill, con la agudeza que le caracterizó, salió airado de la contienda verbal exhibiendo una lógica discursiva impresionante. Esa noche plasmó en su diario un refrán que hoy se encuentran entre sus frases más célebres: “La política es la habilidad de predecir qué es lo que va a pasar mañana, la próxima semana, el próximo mes y el año entrante. Y tener la habilidad después de explicar por qué no pasó así”.
En el fragor de las campañas políticas se dicen muchas cosas. Se critica a los competidores, se prometen cosas, viviendas, salarios, penas de muerte, manos duras, se cantan ideales y se escriben versos y eslóganes con pródiga dispensación. Al final del almuerzo electoral, cuando la historia pasa la factura de lo incumplido, los candidatos quedan registrados forever. Y como dice Churchill, hay que tener la habilidad de explicar lo que se pudo y lo que no, habida cuenta de que lo que “no se pudo”, si tenía mérito, debe proseguir su curso de cumplimiento.
Sabia advertencia para evitar el mal histórico: tener la pericia de balancear la oferta del “tarimazo” electorero con la posibilidad de concretar lo que es factible.
En las próximas semanas, cuando se llenen otra vez las urnas y se cuenten los votos, la cifra final le dará el “poder” al ganador. Qué hacer con el “poder” para “poder hacer”, es la pregunta que todos los estadistas se hacen cuando se sientan en la silla del “poder”. Y debe estar consciente de que desde el primer día comenzará su bolsón de capital político a derretirse como hielo en verano ardiente. Lo que haga será criticado. A Berger le increparon por tomar café con el general Ríos Montt a los pocos días de asumir la presidencia. Como si el quehacer político de cabildear con la oposición no fuese algo natural y legítimo, sino un acto deshonesto. A Álvaro Arzú que abrir embajada en Cuba era traición de lesa patria. A Serrano que perdió Belice para siempre. A Vinicio Cerezo que eso de hablar de una “paz firme y duradera” era una fumada politiquera.
Cada presidente llega al “poder” con ese capital intacto. El desafío principal de su gestión consistirá en “poder” persuadir a la oposición para adherirla a su visión con la habilidad del político capaz de construir puentes y ceder posiciones para alcanzar las medianías de las negociaciones aceptables. Eso es hacer política.
¿Qué le diría Winston Churchill al próximo presidente?
“Los líderes de éxito serán aquellos que dirijan inspirando a los individuos”.
“No hay viento favorable para el hombre que no sabe hacia dónde va”.
“El político se convierte en estadista cuando comienza a pensar en las próximas generaciones y no en las próximas elecciones”.
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