EL QUINTO PATIO

El recurso del miedo

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Cuando la violencia criminal golpea de pronto a personas cuya presencia nos es familiar —como a un colega, un amigo, un vecino de la cuadra— de pronto tomamos conciencia de la fragilidad de la burbuja en la cual vivimos, como si no saber o no involucrarnos pudiera, de algún modo misterioso, protegernos de una realidad cuya potencia nos ataca por los cuatro costados. Los acontecimientos del martes pasado, con su cauda de por lo menos ocho inocentes muertos y más de 26 heridos, rasgaron la delgada tela de comodidad para poner en claro cuáles son las reglas de este juego maquiavélico.

El ataque mortal contra los periodistas Danilo López, corresponsal de Prensa Libre en Mazatenango, y Federico Salazar, de Radio Nuevo Mundo, durante el cual también resultó herido su colega Marvin Túnchez, dejó muy en claro cómo el trabajo de la Prensa se ha convertido en una de las peores amenazas contra las organizaciones criminales, cuyas estructuras han logrado infiltrarse cada vez con más fuerza en el tejido institucional por medio de funcionarios corruptos situados en todos los niveles de poder.

Esta situación de acoso contra los periodistas, sin embargo, no es un tema nuevo. Durante los últimos 50 años de historia del país han sido muchos los colegas cuya vida fue el precio por no ceder a presiones y amenazas. Así es este oficio en países políticamente inestables. La información es una brasa en las manos de cualquier comunicador y las decisiones implícitas en su manejo deben pasar por un proceso de reflexión muy profundo, sobre todo cuando el contexto político está contaminado con altos niveles de corrupción e innumerables conflictos de interés en los cuales se ven involucrados personajes de sectores de enorme influencia y poder.

La disyuntiva, entonces, se plantea cuando ejercer el periodismo de acuerdo con la ética se transforma en un suicidio y no hacerlo, es claudicar ante los cobardes que actúan bajo la premisa de destruir las bases institucionales de la nación y, con ellas, toda esperanza de construir una democracia sólida y un firme estado de Derecho.

Ese mismo día se produjo el ataque con granadas y fusiles de asalto contra un furgón del sistema de Presidios en el Hospital San Juan de Dios, en otro hecho sangriento de ese martes aciago. Allí, además de perder la vida dos personas inocentes, quedaron heridas 22. Pero eso no fue todo. También murió violada y degollada una joven mujer al regresar de su trabajo en una fábrica de maquila, y en la capital se produjeron dos asaltos a buses del transporte colectivo, dejando la cauda de un piloto, un ayudante y un pasajero muertos, y tres transeúntes heridos en incidentes aparentemente aislados, pero unidos por un hilo cuyo origen es la dramática decadencia de un sistema político ineficaz, corrupto y abierto a toda clase de manipulaciones.

El miedo no es paranoia, es la sensación física y la carga psicológica de una amenaza real presente en cada momento, en todo lugar, la cual terminará por agotar la inmensa capacidad de resistencia demostrada por la ciudadanía ante la absurda realidad en la cual se desarrolla su existencia.

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