EDITORIAL

El sórdido mundo de la corrupción

Daniela Beltranena era, hasta antes del pasado jueves, la imagen mejor perfilada de la amistad, la fidelidad y el servicio hacia una persona, específicamente la exvicepresidenta Roxana Baldetti, de quien fue asistente y cuyos secretos guardó durante mucho tiempo, pese a las sindicaciones judiciales. Pero esa percepción cambió radicalmente cuando frente al juez Miguel Ángel Gálvez declaró, en un intento porque le sean aceptados nuevos medios de descargo, que su exjefa era una persona “inescrupulosa”, carente de principios y valores.

Lejos quedaron aquellos días en que recorrieron países y el territorio nacional en negocios que nada tenían que ver con el desempeño de sus funciones. La última imagen de ellas juntas registraba un frío abrazo, el pasado 15 de junio del 2016, cuando acudieron a la audiencia de primera declaración por el caso Cooptación del Estado, donde enfrentan cargos por asociación ilícita, lavado de dinero y cohecho pasivo.

Ahora, en el Juzgado de Mayor Riesgo B, aquella escena quedó en el olvido y el testimonio de Beltranena apuntaba más a la búsqueda de su propia protección y a descalificar a la exmandataria, describiéndola no solo como una persona capaz de manipular situaciones sino también de utilizar cualquier medio para acrecentar sus bienes a la sombra del poder, y para comprobar su cambio de parecer la exasistente pidió a su defensor que presentara un mensaje exculpatorio registrado en los teléfonos de la familia Baldetti.

En esa conversación telefónica Baldetti le habría escrito a su familia sobre un viaje en el cual cerraría la compra de una propiedad en Honduras: “Este viaje de hoy lleva dos pasajeros extras (Beltranena y Juan Carlos Monzón), son los que ponen la cara por lo que vamos a hacer, les pido disculpas pero es que me sirven”. Ante la negativa de su familia a acompañarlos, agrega: “Ellos están poniendo su nombre para que nosotros disfrutemos, solo los usamos, pero son choquis (personas carentes de inteligencia)”.

En su búsqueda de atenuantes para su comportamiento como achichincle de Baldetti en el sonado caso de corrupción, la exdiputada Beltranena le dice al juez Gálvez: “Me doy cuenta ahora que trabajé con una mujer sin principios, sin valores, sin escrúpulos y que fui utilizada como una empleada y como un instrumento para ella”, en su afán porque estas pruebas sean tomadas en cuenta para su procesamiento, o que permitan esclarecer cuál fue el nivel de participación en los negocios de la exvicegobernante.

No obstante lo lógica que pueda parecer la reacción de Beltranena al estar enterada ahora del menosprecio con que la veía Baldetti, también cabe mencionar que la ignorancia no exime de responsabilidad sobre posibles delitos que haya cometido y mucho menos si se hizo durante una etapa de ciega admiración hacia una de las figuras políticas más controvertidas.

Queda en manos del juez Gálvez decidir sobre la petición de Beltranena, quien sin duda tendría que aportar a cambio nuevos y sustentados elementos de convicción que fortalezcan el caso en contra de quien alguna vez consideró una amiga, reflejada en un crudo diálogo que permite conocer el sórdido mundo de los funcionarios públicos inmersos en actos de corrupción.

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