CON NOMBRE PROPIO
En solo seis meses
El 25 de abril fue la primera vez que la Plaza de la Constitución se llenó para protestar contra la corrupción y el 25 de octubre se celebró la segunda vuelta electoral. Seis meses transcurrieron desde la primera muestra ciudadana de hartazgo y así fue concibiéndose un movimiento, sin credenciales ideológicas, contra el abuso de poder. El movimiento, llamado como se quiera, logró dos aspectos incuestionables: el primero, mostrar el rechazo a lo sucedido; y dos, evidenciar que los gobernantes están para servir y no para servirse.
Jimmy Morales y Jafeth Cabrera logran ganar la elección al captar el descontento ciudadano frente a su tradicional clase política, e incluso en contra del régimen electoral que no permite optar por un viraje más agresivo. Tenemos un sistema electoral conformado con contar votos y hemos olvidado varios postulados democráticos, así somos responsables de que las acciones relativas a la actualización del padrón electoral, el financiamiento a partidos, el acceso a los medios de comunicación, el voto directo hacia el candidato y no hacia una lista, y en fin, una serie de elementos que pudieron haber logrado “elecciones más competitivas”, guarden sueño de anaquel.
Jimmy Morales se convertirá en el primer presidente nacido durante el conflicto armado (1969), en consecuencia su primera elección fue la de Serrano; con 27 años presenció la firma de la paz y debe estar compenetrado con los compromisos asumidos por el Estado de Guatemala en los acuerdos respectivos que se han olvidado; e incluso, por más de alguno, tratado de deslegitimar. Jimmy Morales representa un relevo generacional en la conducción del Estado y por eso debemos saber ser más exigentes.
Alfonso Fuentes Soria, nuestro actual vicepresidente, fue rector de la Universidad de San Carlos de 1990 a 1994 y entregará su cargo a la misma persona a quien le entregó la Rectoría. Jafeth Cabrera asumirá uno de los cargos más difíciles del diseño constitucional, fungirá como el contrapeso a la figura presidencial, pero a la vez debe ser coadyuvante con él. Una especie de primer ministro con límites grises, pero con abundantes campos de acción le obligan, por su pasado académico, a enarbolar compromisos dejados de asumir.
La lucha contra la corrupción y el respeto a la institucionalidad del Ministerio Público y los distintos tribunales no puede tener un ingrediente ideológico y nuestros próximos gobernantes deben dar muestras de respeto a competencias ajenas, y sobre todo, deben apuntalar el esquema de Cicig, lo cual ha constituido grito de calle.
Nuestra juventud es muy distinta de la de hace cuatro años, la actual no tiene miedo a salir a la calle y muestra su descontento, no tendrá miedo para reclamar acceso a educación pública, gratuita y de calidad, no tendrá miedo para señalar las injusticias en el sistema de salud y sobre todo no tendrá miedo para expresarse y ejercer su libertad. Construyamos institucionalidad, fomentemos participación y sobre todo exijamos respeto a las normas constitucionales que fueron las que permitieron, con todo y su precariedad, sacar a varios de la Casa Presidencial.
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