SIEMPRE VERDE

Esto apenas empieza

Magalí Rey Rosa

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La renuncia de Otto Pérez Molina es una tremenda victoria, cuyo mérito corresponde únicamente al pueblo de Guatemala. Este pueblo, que sobrevive en uno de los países más violentos del mundo, sentó cátedra al obligar a renunciar a su presidente corrupto a fuerza de cantar el himno nacional y sonar vuvuzelas todos los sábados entre abril y agosto. Ningún otro sector organizado tuvo la contundencia, la claridad y la convicción de que lo justo y lo necesario era que ese señor renunciara. Fue el pueblo, unido, de manera espontánea. Cuando digo pueblo, me refiero a quienes nos vimos, una y otra vez, en la Plaza de la Constitución: mujeres, niñas, ancianos, patojos, hombres, profesionales, campesinos, artistas, deportistas, motoristas, religiosos, policías, amas de casa, estudiantes… juntos, agitando banderas y levantando pancartas.

Ese pueblo iba a las elecciones como el ganado que, obligado y sin otra opción, camina hacia el matadero. Desgraciadamente seguimos limitados —como quien tiene camisa de fuerza— por leyes y procesos amañados que obligan a votar en condiciones ilegítimas, en un proceso electoral financiado por dinero, en su mayoría, ilegítimo. Pero el pueblo, que se verá obligado a votar (o no) este domingo, ya no es el mismo, porque ahora conoce el poder de la unidad. Hoy el pueblo de Guatemala sabe que sí se pudo, sabe —por experiencia— que el pueblo sí tiene poder. Quienes lleguen a ocupar la presidencia y los demás puestos de “elección popular”, como resultado de estas elecciones, tendrá que ir con pies de plomo, pues serán cuidadosamente vigilados.

Hoy es un buen día para reconocer y exaltar el trabajo tesonero, honesto y desinteresado de todas las personas que participaron activamente en esta gesta para derrotar a la corrupción. La suma de todas las energías le dio fuerza al movimiento ciudadano. El mérito es colectivo, pero sería injusto no reconocer que hubo personas que destacaron, y aunque sería imposible mencionarlas a todas, Thelma Aldana, Iván Velásquez y Miguel Ángel Gálvez están allí, en primera fila, en el imaginario colectivo. Sin menospreciar a todos y cada uno de los miembros de colectivos, grupos informales y organizaciones que participaron activamente, sería injusto no señalar el papel que jugaron los jóvenes universitarios, que fueron quienes organizaron y mantuvieron las marchas. Es la juventud la que tiene el vigor para presionar y obligar a que se hagan los cambios que urgentemente necesita nuestro país.

Lo que no hay que olvidar en un día como este es que esto apenas empieza. La población guatemalteca tiene un trabajo titánico, si es que realmente está dispuesta a arrancar a Guatemala de los brazos de la corrupción. Hoy el voto no es libre, las condiciones para estas elecciones son nefastas.

Asumir nuestro papel de ciudadanas y ciudadanos no implica únicamente nuestro derecho de votar o no. Nuestra responsabilidad también es velar por que en Guatemala haya paz y justicia.

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