VENTANA

Fahrenheit 451

|

El fin de semana pasado disfruté del mar, y de la conversación con unos queridos amigos amantes de la lectura. Les dije que estaba por escribir una columna para recordarle a los chapines que la Feria del Libro (Filgua) se llevará a cabo del 14 al 16 de julio en el Parque de La Industria. A mi juicio, es una de las iniciativas más valiosas en Guatemala. Como me dijo un maestro que aprecio: “Nunca dejes de leer porque dejarás de aprender”. Ese pensamiento ha sido clave en mi vida. “En esta era del conocimiento, quien aprende avanza; si no, se estanca”, susurró el Clarinero.

Mi amiga me dijo: “¿Te recuerdas de Fahrenheit 451?” Sí, ¡se me había olvidado!, respondí. El título alude a la temperatura en la que el papel arde. Ella me recordó que era una novela de Ray Bradbury publicada en 1953. El argumento versa sobre cómo los bomberos, en una ciudad de un futuro cercano, en lugar de apagar incendios los provocan. El objetivo era quemar las bibliotecas y los libros de la gente en sus hogares para evitar que pensaran. Los libros son un arma poderosa que propicia cambios y revoluciones. La televisión es el medio a través del cual se somete a la población. Su presencia es omnipresente. Recordamos con mis amigos el pasaje impresionante de los “libros humanos.” Las personas que no estaban de acuerdo con el régimen memorizaban la obra de un autor clásico como Platón, Shakespeare, Faulkner, para después transmitirlo oralmente y que su sabiduría perdurara.

En el prólogo, Ray Bradbury narra su amor, desde niño, por las bibliotecas. Vendió periódicos luego de graduarse de secundaria. Sus padres no pudieron pagarle la universidad. Fue un autodidacta. Escribió Fahrenheit 451 gracias a que encontró una sala con máquinas de escribir en alquiler que le costaban diez centavos la media hora, en el sótano de la bibilioteca de la UCLA. La escribió en pocos días y con pasión inusitada. El personaje principal de esta novela, Guy Montag, le apareció desde que escribió sus primeros cuentos. Bradbury lo revela en el cierre del prefacio así: “ -Ve- le dije a Montag, metiendo otra moneda en la máquina, y vive tu vida cambiándola mientras vives. Yo te seguiré. Montag corrió. Yo fui detrás. Esta es la novela de Montag. Le agradezco que la escribiera para mí”.

Como reflexión final cito dos párrafos claves de esta novela visionaria. Uno. Que “existe la posibilidad de quemar libros sin cerillas ni fuego. No hace falta quemar libros si el mundo empieza a llenarse de gente que no lee, que no aprende, que no sabe. Si el baloncesto y el futbol inundan el mundo a través de la MTV, no se necesitan bomberos que prendan fuego al kerosén o persigan al lector”. Dos. “No todo estará perdido si se busca la calidad como una responsabilidad compartida entre padres, maestros y alumnos”. Ray Bradbury propone que, como sociedad, nos aseguremos que al cumplir los seis años cualquier niño, en cualquier país del mundo, pueda disponer de una biblioteca y aprender casi por osmosis. “Entonces las cifras de drogados, bandas callejeras, violaciones y asesinatos se reducirán”. Enfatiza que pongamos atención a lo que el jefe de los bomberos dice en la mitad de su novela. Él predice los anuncios televisivos de un minuto, con tres imágenes por segundo. “Es un bombardeo sin tregua”. “Escúchenlo”, exige Ray Bradbury, “comprendan lo que quiere decir, y entonces vayan a sentarse con sus hijos, abran un libro y vuelvan la página”.

¡Nos veremos en Filgua!

 clarinerormr@hotmail.com

ESCRITO POR:

ARCHIVADO EN:

Filgua