La fe es relación

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Vivimos nuestra vida con el sentido de secuencia y esto nos obliga a enlazar cada eslabón para dar continuidad y propósito en todo lo que hacemos y sin lugar a duda siempre nos enlazamos con alguien para que esto sea realidad. Esto no podría ser si la fe no es parte de este proceso. Todos tenemos vivencias de las que terceros cuestionaron con quien estábamos haciendo las cosas, pero sin esa parte de la experiencia vivida no seríamos lo que hoy somos.

Fácil sería si uno pudiera entrar en un negocio y comprar una libra de fe, como que fuera vitamina y aditivo para dar sentido a lo que somos y hacemos, pero eso no es posible, la fe se cultiva con relaciones y normalmente a largo plazo, porque nos consta que podemos depender de aquellos que han correspondido nuestra relación. Si pudiéramos sentarnos y elaborar una fórmula para saber cómo se logró sería ideal, pero eso no es posible. Lo vivimos paso a paso y con unos ha resultado y con otros ha sido una decepción que nos ha dejado hasta un mal sabor por mucho tiempo.

A la verdad, hay un principio que sí es válido y justo reconocerlo y es “que de donde empezamos determinará cómo sigue el resto”. Si la primera relación es con la mejor alternativa, las demás tienden a ajustarse y alinearse con esa relación. Por ponerlo claro, si tenemos alguna confesión de nuestra devoción con Dios y esta no está limitada a ritos y prácticas simplemente externas, sino va mucho más allá en asuntos de agradarle y obedecerle, sin lugar a duda las otras relaciones que cultivemos tendrán que mantener afinidad.

Esto es mucho más evidente entre amigos, parientes, conocidos y compañeros de trabajo, las relaciones son por afinidad, interés o simplemente por circunstancias que nos juntan para un propósito definido. Claro está que con Dios tiene que pasar más allá de las situaciones temporales, porque nos conviene que sea de por vida. Cada uno tenemos áreas débiles y la fe en alguien es apoyo que ayuda en las etapa de la vida.

Entendiendo esto que no está sujeto a que otros me entiendan, pero sí lo perciben porque es algo que no se puede ocultar, se manifiesta en nuestra manera de ver las cosas, el modo como emprendemos proyectos y especialmente del modo como manejamos situaciones imprevistas que pudieran desequilibrarnos al punto de quebrarnos si no tuviéramos esa fe de saber de la mano de quien estamos caminando y dependemos.

Es común de muchos que presumen su fe porque necesitan manipularnos y lamentablemente el efecto es negativo e insano, pero los que por el contrario cultivan su relación con un Dios que para ellos es real y personal nos inspiran a llevar la vida no importando las cosas que tenemos que enfrentar.

En estos días tan especiales donde muchos toman el tiempo para la reflexión y recogimiento para evaluar su fe y obediencia que es fundamental para ser lo que debemos ser, al hacerlo del modo correcto proyectan el bien a los que les rodean y los que tienen que convivir con ellos.

Si queremos como humanos hacer el bien a nuestro prójimo, y de verdad amamos a Dios, cultivemos nuestra fe con una relación genuina con Él y sin el mayor esfuerzo cumpliremos el segundo mandamiento en amar a nuestro prójimo como a nosotros mismos. Guatemala necesita de esto con la mayor urgencia.

samuel.berberian@gmail.com

ESCRITO POR:
Samuel Berberián
Doctor en Religiones de la Newport University, California. Fundador del Instituto Federico Crowe. Presidente de Fundación Doulos. Fue decano de la Facultad de Teología de las universidades Mariano Gálvez y Panamericana.