PLUMA INVITADA

Futuros congelados

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Suena la alarma a las 5.30 a.m. Hoy a Sebastián le toca doble turno. Los noticieros pronostican 18 bajo cero. Nada nuevo ya desde que decidieron vivir ahí. Después de la nevada que ha caído en estos días, la nieve ha comenzado ya su lento derretir. Hoy le toca al primo apalear la nieve de la entrada, una pequeña ventaja de compartir la pequeña morada. Se envalentona en la cama y vuela los tres ponchos por el aire. El frío pulula como intruso en la habitación. Mantienen en lo mínimo el termostato de la calefacción. Los billes son muy caros en estos meses de invierno. Además, mañana espera la remesa en Xela su mamá.

Las 6.30. Brayan, su hijo mayor, sale a encender la ven. Hoy tomará más tiempo en lo que calienta el motor. Para salir se cuelga encima el abrigo de invierno y enciende una linterna. Al sol aún le falta para empezarse a asomar. Detiene la respiración mientras el frío le enjuta el nervio. Con cuidado de no somatarse en los charcos de hielo negro, baja tembloroso las gradas del complejo hasta llegar a encender el motor. “¡Qué frío desgraciado!”, le grita el tío, pala en mano. Brayan voltea, cuando en su cara cae tremendo tortazo helado. El tío es delatado por su risa socarrona. Las bolas de nieve comienzan a volar. La chispa del chapín no se pierde en las fronteras. Entre chiflidos y más risas, Brayan arriesga el somatón. Ya adentro se prepara, al igual que sus hermanos. Es hora de iniciar el día. Ya todos desayunados, la familia Velásquez está lista para trabajar.

Petrona, la mamá, lleva a los chicos a la escuela. Aprovechan el camino para hacer su oración. Manejando por la carretera, la rutina diaria se interrumpe. El radio suena atribulado, la música ha cedido lugar a la voz. Desde Texas se reporta: un juez federal ha sentenciado… ¿Qué ha sentenciado?, no lo saben; solo saben que suena mal. Al llegar a la escuela, la maestra luce angustiada. Les comparte una mirada dulce y pone en manos de Petrona un detalle improvisado: flores de cartulinas hechas por unas maestras para cada familia hispana. Escrito en tinta lee la palabra “Hope” en cada flor. “Esperanza”, le dice la maestra, “Houp”, trastabilla Petrona en voz baja. Sus manos se entrelazan temblorosas de emoción. La sombra de la deportación ha sido por años fiel compañera. Sacude sus sentimientos y se va a trabajar, siempre atenta al aviso de un retén.

La noticia desde Texas ha pegado frío como la tormenta glaciar. Es un rechazo institucional a un plan de vida familiar. “¿Por qué me duele tanto esto?”, se pregunta a sí misma Petrona. “¿Por qué me duele tanto, si sé que yo ni era candidata para calificar? En las comunidades migrantes guatemaltecas abundan personas que no conocen ni su fecha de nacimiento. Estas reformas migratorias les son inalcanzables, un legado insistente de nuestra débil historia registral. Se muerde el labio manejando, se concentra y repite “Houp”. Sintoniza una estación que la anima con un son.

Hoy te envío un mensaje, a ti, paisano migrante tesonero. Tu alma es de roble, lo conozco y sé que no se deja derrumbar. Es momento de estar atento y exigir por tus derechos. ¡Ánimo, valientes. Tanto sueño emprendido no puede quedar en vano!

Abogado especializado en temas de migración
ppsolares@gmail.com

ESCRITO POR:

Pedro Pablo Solares

Especialista en migración de guatemaltecos en Estados Unidos. Creador de redes de contacto con comunidades migrantes, asesor para proyectos de aplicación pública y privada. Abogado de formación.