TIEMPO Y DESTINO
Grata conversación con Diego Valadés
La diplomacia mexicana ha sido siempre una de las mejores en América Latina, por la elevada cultura de sus embajadores, por la excelencia de sus relaciones humanas, y porque representan una política exterior que casi siempre ha estado ligada a las mejores causas.
La diplomacia, desde el punto de vista oficial, entraña el arte de divulgar en el extranjero los rasgos esenciales de la política interna del país del embajador, sin lesionar la sensibilidad del país donde el embajador está acreditado, y respetando su soberanía.
Esto es así porque la diplomacia se enmarca no solamente en el espíritu y la letra de Constitución y determinadas leyes internas, sino también en el contenido expreso de tratados entre dos o más sujetos de Derecho internacional, particularmente útiles en estos tiempos de globalización y en los que los conflictos internacionales brotan eruptiva y volcánicamente en cualquier parte del mundo.
La clasificación de los agentes diplomáticos, por ejemplo, tiene su origen en los Congresos de Viena y Aquisgrán de 1815 y 1818 y en la Convención de Viena sobre el Derecho de los tratados. Un segundo detalle es que antes de ser nombrado un embajador procede a una consulta preliminar para determinar si el candidato es persona grata al Gobierno del país que lo recibirá. Y si un embajador en funciones incurre en actos impropios, ajenos a su misión, puede ser declarado non grato y se le fija un plazo para que abandone el país, salvo que su Gobierno lo retire voluntariamente.
Por otro lado, está vedado a un embajador mantener polémicas sobre asuntos políticos utilizando los medios de comunicación social, a menos que se trate de aclarar imputaciones erróneas. En fin, hay varias limitaciones más, minuciosamente reglamentadas. Lo importante es que todo embajador debe ser especialista en el ámbito de las relaciones internacionales y poseer cultura jurídica amplia. Lo más amplia posible.
Valadés ha sido, a la luz de esas consideraciones, ejemplo del buen embajador. Acredita calidades, académica y profesional, de elevada jerarquía. Es miembro del Colegio Nacional de México, del Colegio de Sinaloa, de la Academia Mexicana de la Lengua, de la Academia Mexicana de Ciencias; académico correspondiente de la Real Academia Española, de la Academia Nacional de Ciencias Morales y Políticas de Argentina, vicepresidente de la Sociedad Europea de Cultura y miembro honorario del Seminario de Cultura Mexicana.
Ha sido Coordinador de Humanidades y director del Instituto de Investigaciones Jurídicas, de la Universidad Nacional Autónoma de México. Además, es político de partido y ha desempeñado los cargos de subsecretario de Regulación Sanitaria de la Secretaría de Salud; secretario general de Coordinación Metropolitana del Departamento del Distrito Federal, Procurador General de Justicia del Distrito Federal, Procurador General de la República y ministro (magistrado) de la Corte Suprema de Justicia.
Es autor de los libros La Dictadura Constitucional en América Latina; La UNAM, Formación, Estructura y Funciones; La Constitución Reformada; El Derecho Académico en México; Constitución y Política; Derecho de la Educación; El Control del Poder; Constitución y Democracia; Problemas constitucionales del Estado de Derecho; y coautor de Derechos Humanos, Aborto y Eutanasia.
Es también maestro en el arte de redactar bien los instrumentos jurídicos. Cito dos de sus publicaciones acerca de ese tema: Algunos problemas relacionados con el lenguaje jurídico y La lengua del derecho y el derecho de la lengua.
En su estancia aquí, de apenas cuatro días, fue objeto de agasajos preparados por sus amigos. Estuve como invitado en una de esas reuniones y participé en la agradable, multilateral y prolongada conversación que se produjo. Abarcó temas diversos, incluidas las próximas elecciones en los Estados Unidos.
Pues, doctor Valadés, que le vaya muy bien.
tiempoydestino103@hotmail.com