TIERRA NUESTRA
Guatemala: todos somos necesarios
En la dinámica de todas las sociedades hay avances y retrocesos, evoluciones e involuciones, logros y fracasos. La historia de la humanidad registra sucesos emblemáticos. Por ejemplo, esos largos cuarenta años que necesitó el pueblo de Israel para transitar de Egipto al Sinaí. O los complicados años que tuvo que vivir la población europea en la posguerra, reconstruyendo tantas ciudades destruidas mediante el simultáneo recuento de millones de víctimas inocentes. O la larga espera y resistencia del pueblo sudafricano hasta doblegar al régimen racista amparado en la comunidad británica. Los guatemaltecos no somos excepción, hemos vivido complejos sucesos, dictaduras implacables, un doloroso conflicto armado interno, una búsqueda intensa para encontrar una democracia que nos garantice estabilidad política y el necesario desarrollo económico que nos permita un bienestar digno para todos.
Estamos experimentado un sentimiento compartido de agotamiento y decepción. No encontramos la fórmula para encauzar al país por un mejor sendero. Nos golpea una pobreza inclemente y expansiva. Una violencia que no respeta a niños, mujeres y ancianos, como parte medular y más vulnerable de nuestra sociedad. El modelo económico es incapaz de enfrentar la demanda de trabajo, debido a la expansión poblacional y a un mayor número de jóvenes que se suman a la población económicamente activa. Han caído las exportaciones, las importaciones, el ingreso y el consumo. Nuestro modelo económico, con la gravedad que esto implica, dejó de ser viable.
El modelo político nacional ha sido un engendro de funestos intereses sectoriales, agravado por el asalto de la narcopolítica, que rompió todos los esquemas de dominación, cooptación y sometimiento humano, degradando las ya de por sí débiles e infuncionales instituciones públicas. Los dos pilares de este sistema —la corrupción y la impunidad— crearon una red operativa capaz de desafiar a cualquier intento por desarticular el modelo. Todo ello no sería trascendente si no fuese porque el modelo político es el encargado de propiciar el orden social y la vigencia de políticas públicas imprescindibles en salud, seguridad, educación e infraestructura.
Ambos sucesos, el agotamiento del modelo económico nacional y la degradación total del sistema político, nos ubican ante una realidad verdaderamente complicada. No tenemos direccionalidad, carecemos de autoridades capaces y comprometidas, las demandas sociales se potencian preocupantemente cada día y la conflictividad se hace presente en toda Guatemala. Esto lo palpa el ciudadano común, que vive entre el miedo y la incertidumbre. Muchas preguntas se están formulando en nuestra sociedad: ¿Qué hacemos? ¿Cómo actuamos? ¿Quién surge para explicarnos cuál es el camino?
He llegado a la conclusión de que solo podremos enfrentar este impresionante reto mediante una verdadera unidad nacional, mediante la integración de un nuevo liderazgo valiente y calificado con esa energía social que a pesar de todo sigue latente y dispuesta a aceptar el desafío. La clave está en promover una mejor organización social y que la participación ciudadana sea más intensa. Y en ese contexto todos somos necesarios, empresarios, académicos, trabajadores, indígenas, mestizos, ricos y pobres. Una mejor Guatemala no puede ser un anhelo fantasioso. Una mejor Guatemala implica tomar la decisión colectiva de unirnos y sumar nuestros intereses comunes, dentro de los cuales el más importante es trabajar por nuestra patria, la única que tenemos, que deberá convertirse en la madre de todas nuestras victorias.
manuelvillacorta@yahoo.com