ALEPH

Hacerse los locos

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Por un día, la marea roja se alejó del Congreso. Los 31 diputados de la bancada del partido Líder se hicieron los locos y dejaron de asistir al debate parlamentario para la reforma a la Ley Electoral y de Partidos Políticos. Diversas fueron las excusas que dieron, pero la más increíble fue que nueve de ellos estaban enfermos. Se enfermaron todos al mismo tiempo. Lo raro es que, ese mismo día, uno de esos diputados se estaba lustrando los zapatos a media mañana en un lugar del centro de la ciudad. Una muestra más de que gobiernan en contra del pueblo. Y aquí no cabe hablar ya ni de falta de voluntad política, porque es su obligación trabajar para legislar y fiscalizar, que es para lo que se les paga, para lo que han sido elegidos.

Por otro lado, y desde hace varios meses, los abogados defensores del general acusado por genocidio han alegado la discapacidad mental de su cliente con el fin de evitar que el nuevo juicio se inicie. Sabiendo que un país arrasado y masacrado no puede sino remitirnos a la locura, habría que decir que hacerse el loco en Guatemala es una muy perversa redundancia. Con lo que no contaban es con que el Tribunal Primero B de Mayor Riesgo dictaminara que Ríos Montt fuese recluido en el Hospital Nacional de Salud Mental Federico Mora hasta el próximo 3 de agosto, con el fin de determinar si realmente está loco o se hace.

La expresión “hacerse el loco” en Guatemala es fingir que uno no se ha dado cuenta de algo o de la presencia de alguien. Y conlleva la actitud de no querer ver, de no querer participar, o de no querer reconocer y asumir una responsabilidad. Todo mundo se “ha hecho el loco” más de una vez para zafarse de algo o de alguien, pero la locura es cosa distinta. Hasta hace unos ciento y pocos años no se había definido bien qué era eso de la locura. Hoy tampoco. Tendríamos que comenzar por definir qué es la normalidad para cada quien y para la sociedad de la cual formamos parte. Por ejemplo, ¿es normal el desastre que sucedió en el río La Pasión, dejando cientos de familias afectadas y animales muertos? ¿Es normal que en Guatemala la mitad de todos los niños y niñas menores de cinco años estén crónicamente desnutridos? ¿Es normal que un presidente continúe en el cargo cuando los más altos funcionarios de su gobierno han sido señalados por corrupción? ¿Es normal que seamos uno de los tres países del triángulo más violento del mundo? ¿Son normales la corrupción y la impunidad que están llenando nuestras cárceles? ¿Es normal que un Tribunal Supremo Electoral no reaccione como debería a la provocación de algunos partidos en contienda? ¿Estamos locos por permitir todo esto o nosotros nos hacemos también muchas veces los locos ante la impotencia que se siente?

Recuerdo hace algunos años cuando un funcionario internacional dijo aquí en Guatemala la frase “no hay obra sin sobra”. Esa sola afirmación contenía en sí misma la revelación implícita de que él (y por ende su organismo), se habían hecho los locos una y otra vez, con relación a los proyectos que habían aprobado y apoyado. Así como ese, podríamos hablar de infinidad de casos donde hacerse el loco ha sido la norma, lo más cómodo, lo pactado. Este es el país de la mentira y la locura consensuadas: aquí se dice que vivimos en democracia, pero nos hacemos los locos cuando se trata de vivir una democracia real y participativa.

¿Quién dijo que la locura es hacer lo mismo una y otra vez, esperando resultados diferentes? Si ahora los diputados de la bancada roja le dan la espalda a la ciudadanía y se hacen los locos en un momento considerado parteaguas para Guatemala, ¿qué esperar de ellos al momento de tomar de nuevo el poder como gobierno? Lo bueno es que ya saben que si se siguen haciendo los locos, siempre queda como último recurso un hospital de salud mental.

cescobarsarti@gmail.com

ESCRITO POR:

Carolina Escobar Sarti

Doctora en Ciencias Políticas y Sociología de la Universidad de Salamanca. Escritora, profesora universitaria, activista de DDHH por la niñez, adolescencia y juventud, especialmente por las niñas.