DE MIS NOTAS

Hackeados estáis

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El escándalo fue mayúsculo en México luego de que una investigación efectuada por Citizen Lab, una firma de Toronto, contratada por el New York Times, revelara los nombres de 14 destacadas personalidades, activistas y políticos, entre ellas Carmen Aristegui, cuyos teléfonos habían sido hackeados por medio de un software de espionaje de origen israelí llamado Pegasus, con una capacidad absoluta de acceder a data, llamadas telefónicas, micrófono, textos y fotos. Todos tenían un lazo en común: ser acérrimos críticos del gobierno de Peña Nieto. El escándalo sigue su curso.

El espionaje y los espías forman parte de la profesión más vieja del mundo y ha estado presente desde los tiempos bíblicos. Desde El arte de la Guerra, de Tsun Tzu, a los persas, el imperio romano, todos utilizaron el espionaje para capitalizarlo diplomáticamente y en guerras. Un breve gugleo sobre los orígenes del espionaje y leemos que en el imperio español el primer “espía mayor de la corte y superintendente de las inteligencias secretas” fue Don Juan Velázquez de Velasco, en 1598.

Y ahora viviendo en una híper “Aldea Global” —que ni Mcluhan se hubiera imaginado cuando escribió Guerra y Paz en la Aldea Global a principios de los 70s, adelantando los efectos socioculturales de estar tan interconectados unos con otros, hechos y acontecimientos con la cercanía vivencial de una aldea-, no debería causarnos ninguna sorpresa el desarrollo de tecnologías para satisfacer las demandas del espionaje.

El tema es de rutinaria cobertura. En estos momentos existe una investigación sobre la supuesta interferencia electoral de Rusia en las pasadas elecciones estadounidenses para influir a favor del presidente Trump. Parece una pelea de gatos. Lo más seguro es que algo pasó. De la misma forma que USA ha intervenido en las rusas y en las nuestras.

En los tiempos modernos, dos nombres sinónimos de espionaje son Julian Asange, el fundador de los famosos Wikileaks y Edward Snowden, el joven exanalista de la CIA que reveló a los periódicos The Guardian y el Washington Post información sobre PRISM, el programa de la NSA que obligaba a las grandes compañías del sector tecnológico a ceder los datos de sus usuarios a las autoridades de los Estados Unidos; y también que las agencias de inteligencia estadounidenses habían hackeado y espiado sistemas chinos, rusos y alemanes, incluyendo los correos de los asistentes de la primera ministra alemana Merkel.

En este mundo de la detección automática algorítmica nadie está a salvo. Con solo buscar ciertas informaciones navegando por la red, cualquier IP puede ser detectada. Con esto quiero decir que es muy probable que en Guatemala muchos estemos “hackeados” y nuestros teléfonos intervenidos, como dicen los gringos as we speak. Máxime si sabemos que estos softwares de espionaje ya existen en varias instituciones del gobierno guatemalteco y de otros gobiernos foráneos.

La única tranquilidad que nos debe dar es que, en esas instituciones, nadie jamás osaría utilizar esos equipos para espiarnos en forma ilegal.

El que diga lo contrario: mal pensado es…

alfredkalt@gmail.com

ESCRITO POR:

Alfred Kaltschmitt

Licenciado en Periodismo, Ph.D. en Investigación Social. Ha sido columnista de Prensa Libre por 28 años. Ha dirigido varios medios radiales y televisivos. Decano fundador de la Universidad Panamericana.

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