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Historias del tz’unun

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Una antigua leyenda maya relata el origen del colibrí. Narra cómo los dioses, luego de crear a los animales, a las plantas y a los seres humanos, se dieron cuenta de que les faltaba crear a un ser que pudiera llevar los pensamientos humanos de un lugar a otro. Tomaron en sus manos una fina piedra de jade, la tallaron como una afilada flecha, soplaron sobre ella, y salió volando un bellísimo colibrí.

El colibrí es un ave que “encanta”. Su cuerpo es fino y pequeño. Está cubierto con un delicado plumaje iridiscente, como si fuera una gota de lluvia iluminada por el sol. El incesante batir de sus alas le permite sostenerse en un punto exacto en el espacio para chupar el néctar de la flor. “Dominan el arte de volar”, agregó el Clarinero. Su nombre en idioma maya es “tz’unun”, porque evoca el zumbido de su prodigioso aleteo.

En las culturas precolombinas de Mesoamérica, la figura del colibrí fue un símbolo que portaba un mensaje cifrado del cosmos. Se le asociaba con el Sol en la Tierra, como también con los guerreros sacrificados porque su sangre alimentaba la vida de los dioses. El néctar de las flores nutre al activo colibrí que multiplica la vida. El colibrí es un gran agente polinizador para una gran variedad de plantas en los ecosistemas de los bosques tropicales del continente americano. Son los principales polinizadores en las zonas altas y frías, donde los murciélagos y los insectos no se encuentran.

Con el paso de los siglos, la vida y el tiempo del maya antiguo ha pervivido a través de la práctica de viejos ritos y ceremonias sagradas, así como a través del admirable y creativo ingenio del arte de tejer sus hermosos y coloridos tejidos. La figura del colibrí, como la de un sinfín de símbolos mayas que fueron tallados en sus estelas, pintados en sus cerámicas y en sus códices, se transformaron en diseños tejidos en sus güipiles, en sus fajas y zutes.

En la región de Alta Verapaz, las mujeres de origen pocomchí’ que cultivan el arte de tejer el güipil de matrimonio en el milenario telar de cintura tejen primorosamente un colibrí en la punta de una planta de tabaco. Este diseño refiere la historia del tz’unun, el símbolo de la fertilidad y el amor en la pareja.

Dominga, una joven de Tactic, me contó esta historia. Versa sobre un muchacho que iba a visitar a su novia. Le llevaba como regalo semillas de tabaco. La joven, como gesto de bienvenida, esparció agua de nixtamal en el camino. El muchacho, al pasar, se resbaló y se cayó. Avergonzado, desapareció.

Con el tiempo, en las orillas del camino crecieron grandes matas de tabaco y en la punta de ellas siempre estaba un colibrí. La joven reconoció que era el espíritu de su enamorado. Acudió a su padre, que era un jefe sabio, y le pidió que la convirtiera en colibrí para vivir a su lado para siempre. Por eso cuentan las abuelas y los abuelos que la mejor medicina que trae el colibrí es el amor.

A lo largo del pensamiento maya se encuentra siempre una relación íntima entre la naturaleza y las aspiraciones humanas. El cocodrilo, el jaguar, el venado y otros tantos animales y plantas son portadores de mensajes de vida. La imagen que une al ser humano con su nagual natural es su máxima expresión. Así ocurre con esta pareja de humanos, que deciden vivir su amor pleno transformados en colibrís.

#FCN-Nación = Vieja política.

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