LA ERA DEL FAUNO

Infección y burocracia, cortesía del Estado

Juan Carlos Lemus @juanlemus9

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Es una familia fuerte, pese a que el último año ha sufrido excesivamente. Imposible imaginar cómo es el dolor del padre y la madre de Kimberly, y qué pensó la joven mientras caía al suelo en esos segundos en los que todo se le fue apagando, el 10 de marzo de 2015, cuando unos delincuentes estallaron una granada afuera del Hospital San Juan de Dios, lo que acabó con su vida 53 días después.

Quise conocer a Luis y Sully, padres de Kimberly, una de las víctimas. Me abrieron las puertas de su casa. Lo que agradezco. Evocaron a la Kim alegre y también a la que los doctores tuvieron que cortarle un pedazo de hueso craneal, lo que permitió que el cerebro no se le ahogara inflamado adentro. Fue alto el dolor sufrido, apenas teñido con una que otra esperanza de mejoría.

Los criminales atentaron para liberar a un reo de alta peligrosidad que había sido llevado a una consulta, o para matarlo, o para matar a los guardias, o para colaborar con los guardias en contubernio con ellos, no se sabe. La certeza es que arruinaron varias vidas, a varias familias, al país.

Llegado a este punto, voy a separar la calidad humana de la miseria. La calidad humana es la de los médicos y enfermeras que tanto se esforzaron, que dieron lo mejor de sí en un hospital deteriorado. La parte miserable de esta historia, además del acto criminal, es ese hospital antesala de la morgue. Las personas son recluidas en los mismos cuartos con probables criminales. Usan los mismos colchones, sábanas y batas de otras personas que van egresando o muriendo, sin un control de rigurosa desinfección. El punto final para Kimberly fue una infección.

A ese hospital deberían ir los funcionarios detenidos, los pendientes de captura y los que hoy gobiernan; no a tomarse fotos, sino a experimentar un mes la miseria que propician. Esa es la Guatemala verdadera, la que suma votos. Ahora mismo, en esas camas hay personas que mueren o se contagian. Por eso, provoca náusea —o ira— que el presidente regale una playera y haga visitas sorpresa, cuando él bien sabe que el Presupuesto General de la Nación lo inclina millonariamente hacia instituciones donde paga favores de campaña política. Sugiero a Jimmy Morales que en lugar de tomarse fotos cuando viaja en clase económica, ahorrándose miserables centavos que no valen nada para la macroeconomía, se meta desnudo a una de esas camas, durante un mes y observe. Verá cómo a su lado duermen mareros protegidos por guardias del SP. Llegan acuchillados, baleados; todos saben que muchos de esos heridos o sus visitas amenazan de muerte a médicos y enfermeras, los presionan para que algún paciente se recupere o muera.

Kimberly sufrió su permanencia en cuartos así. Y tras la tortura de una hija muerta, se sumó a sus padres la burocracia humillante de estar en lista de espera para retirar el cuerpo. Una ambulancia no tenía gasolina; el MP, que nunca se acercó a ellos, sí lo hizo para proteger sus trámites administrativos. Es la ley, pero también es ley el bienestar. Una firma que no llega, el empleado que no está, el teléfono que no responde. Al centro del cuadro, de por sí desesperante, otros cadáveres esperan autopsia, uno de ellos es el de un señor que lleva cuatro días y ya tiene mal olor.

La violencia es una parte de la tragedia, el resto es cortesía del Estado con sus medicamentos vencidos, la suciedad, la burocracia, todo de lo cual se libran los funcionarios demagogos actuales y los que no hicieron nada cuando pudieron; esos que cuando caen presos se internan en hospitales privados para que les suministren drogas que los dejan atontados y sonrientes.

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