EL QUINTO PATIO
Injuria
La injuria es un agravio, un ultraje de palabra y de obra. Injuria es la resolución absolutoria del Tribunal Segundo de Sentencia de Chiquimula para el exconcejal Max Eduardo Cordón Orellana, de 73 años, sorprendido infraganti cuando salía de un autohotel con una niña de 8 años. De acuerdo con el Tribunal, tanto Cordón Orellana como Éricka Mariela Osorio Vélez, madre de la niña y quien la “entregó” al exconcejal, son inocentes del hecho gracias a supuestos errores cometidos por la Policía Nacional Civil al momento de la captura.
Es injuria contra la víctima, contra la niñez, contra las mujeres y toda la sociedad. Esta injuria está en la permisividad para los delitos sexuales en contra de una niña de 8 años y que a pesar de las evidencias en su contra, se libere a un individuo acusado de trata de personas, actividades sexuales remuneradas con menores de edad, agresión sexual e ingreso a espectáculos y distribución de material pornográfico a menores de edad.
Injuria es este veredicto con el cual implícitamente se avalan todos esos delitos y se expone a la niñez, a la adolescencia y a las mujeres en su conjunto a toda clase de abusos con total garantía de impunidad. Es injuria el mensaje del sistema de justicia cuya lectura dice: “no era para tanto”, porque se reproduce en el imaginario colectivo el estereotipo machista de la subordinación de la mujer —¡y no digamos de la niña!— ante una impuesta superioridad masculina, trasgresora y discriminatoria.
Injuria son las reiteradas violaciones y, por consiguiente, el embarazo de una niña de 14 años por parte de su propio abuelo —Domingo Castro Alvarado, alcalde auxiliar del caserío Pacuch, en Sacapulas, Quiché—, quien también ha violado a otra nieta de 12. Este hombre, cuya conducta presenta el enorme agravante de su parentesco tan cercano con las víctimas por considerarse un factor de protección y no de riesgo para la integridad de las menores, sin duda espera también la absolución por parte de la justicia. Esta esperanza se apoya en otros casos en los cuales los jueces han considerado que el delito “no era para tanto” y apelaron a un error de procedimiento para favorecer al victimario.
Injuria es esa actitud tan extendida en el aparato de justicia, tanto como en la sociedad, capaz de favorecer a los victimarios y revictimizar a las víctimas. Todo un sesgo propicio para repetir y perpetuar el abuso sexual convirtiéndolo en un rasgo cultural de indiscutible predominancia. Padres, hermanos, maestros, autoridades… la violación sexual, los abusos, las agresiones físicas y psicológicas con el enorme privilegio de la impunidad están en hogares, escuelas, iglesias, tribunales de justicia.
Injuria es negarle a esas víctimas el derecho de defenderse de una de las agresiones más perversas contra su integridad física y moral, al liberar a los agresores del severo castigo que merecen. Es la falta de sensibilidad con una práctica consuetudinaria —la violación sexual— considerada un derecho inherente a la masculinidad y no un crimen deleznable, cuyo efecto tiene repercusiones permanentes en la vida de quienes lo sufren.
elquintopatio@gmail.com