SI ME PERMITE

Jueces que proyectan a Dios

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“Cuatro características corresponden al juez: escuchar cortésmente, responder sabiamente, ponderar prudentemente y decidir imparcialmente”, Sócrates.

Por encima de nuestras concepciones de la deidad, un atributo divino innegable es el de impartir justicia; una justicia que debe generar tranquilidad, de manera ecuánime y que genere paz y no venganza como muchas veces sucede en nuestro medio.

Con ese mismo razonamiento los que por alguna razón tenemos que comparecer ante un juez para resolver asuntos que nos llevan ante la justicia, pensamos que el que conoce la ley y tiene toda la información de lo que se está ventilando llegará a conclusiones que están apegadas a la ley, pero también su veredicto sea justo y correcto, no importando quién gane o pierda, pero que la justicia ha sido honrada porque cuanto más pase el tiempo, más lucirá la verdad y la justicia. Pero cuando eso no se da, hay una sensación como la que uno normalmente tiene cuando sueña, esa sensación de una caída precipitada sin tener idea de cuándo terminará y tiene un despertar fatigado y da gracias a Dios que era sueño.

Claro, el razonamiento anterior no es aplicable a aquellos que comparecen ante la justicia estando conscientes de que han sido descubiertos y tienen que ver cómo hacen para poderse librar de esa situación tan engorrosa y no importa a quién se perjudica, porque en estos casos no hay un marco de ignorancia, sino una mentalidad de evadir la justicia y lamentar que han sido descubiertos.

El caso es cuando uno está siendo atropellado en sus intereses y no quieren oírlo para hacer justicia con uno, para devolverle el derecho y la tranquilidad que uno necesita para regresar a su casa y estar con los suyos para seguir la vida.

Es tan triste ver a tantos que transcurren en la vida cabizbaja, apagada, con la vista perdida y con infinidad de interrogantes que no saben a dónde ir para alcanzar respuestas que le ayuden a ir eliminando los porqués que llevan en su mente. Y no es extraño preguntarse dónde está Dios para defender su causa el juez que vio su caso no hizo justicia.

Claro está que hay muchas máximas y dichos que se comparten para ayudar a los afectados, pero no es tan sencillo; claro, puedo decirle a alguien: “Dios tarda, pero no olvida”, “Déjelo en manos de Dios, que Él defenderá su caso”, pero la actitud mental es y qué conmigo en este momento, y cómo se hace para conciliar en la mente la injusticia que uno está viviendo.

Un ejemplo paralelo para entenderlo es cuando uno le refiere a alguien que Dios es un Padre amoroso, y la primera reacción es de desaprobación y rechazo con una frase tan trillada: “No gracias, tuve un padre y no quiero otro”; y claro, no es porque fuera bueno, sino todo lo contrario, se asocia a una vivencia tan negativa que, bajo ningún concepto, quiere repetirse ese perfil con otro.

Claro está que vivencias como estas llevan una carga de responsabilidad que quien es culpable, difícilmente lo entiende; del mismo modo cuando alguien está sentado como juez dando su dictamen, para el que lo oye y está claro de sus deberes y responsabilidades mira al togado como una figura de Dios esperando palabras que proyecten vida y esperanza.

Rogamos a Dios que en su bondad nos dé jueces que sean más temerosos del Altísimo y sensibles a la realidad de nuestra sociedad tan pobremente instruida, para enfrentar la realidad y responsabilidad que les toca.

samuel.berberian@gmail.com

ESCRITO POR:

Samuel Berberián

Doctor en Religiones de la Newport University, California. Fundador del Instituto Federico Crowe. Presidente de Fundación Doulos. Fue decano de la Facultad de Teología de las universidades Mariano Gálvez y Panamericana.