LA BUENA NOTICIA
La Beata Passio
Titulada así, La Beata Passio —La Bendita Pasión—, la obra del inolvidable teólogo de San Juan Pablo II, Jean Galot (1919-2008), sobre el sentido de la Semana Santa, plantea la extraña significación de aquel tremendo hecho de injusticia penal, de violencia fanática que llevaron a la ejecución “por odio y rechazo” hacia Jesús de Nazareth en “aquella semana imborrable” para la memoria de la Humanidad, cuya celebración, como lo indica la historia, ya se hacía al año siguiente de que todo sucedió. Es la llamada “Semana Santa” que se abre mañana en Domingo de Ramos con la lectura del relato de los eventos sangrientos fruto de los procesos viciados —el judío y el romano— contra el Hijo de Dios.
Significación extraña eso de decir “bendita pasión”, pues, ¿cómo es posible que millones de cristianos celebren aquellos hechos vergonzosos para una sociedad y todo sistema de justicia, de sometimiento de sus poderes a “fuerzas oscuras” que llevaron al tormento del único inocente en un mundo lleno de culpables? Pero “ese sufrimiento mortal o pasión” de Cristo invirtió el orden de las cosas: hasta entonces el dolor era resultado de la culpa y fruto del delito.
Aún hoy, en las pretendidas leyes que recomiendan nada menos que la muerte del culpable, se intenta justificar con argumentos fiscales la condena a sufrir y perder lo más preciado, la vida misma. Aquella “pasión y muerte”, en cambio, sentó un precedente: es posible llegar al extremo del dolor, de la muerte, por otra causa: la entrega a un proyecto que va más allá de la existencia del “ajusticiado”; más aún, que siendo este inocente, dicho proyecto involucre su vida y derechos en pro de otros, en beneficio ajeno, siendo al final inmensamente más valioso que el provecho personal.
Así “la bendita pasión” del Cristo atrae millones de conciencias que se preguntan ¿por qué seguimos habiendo tantos cobardes ante la injusticia y maldad contra el indefenso; y sobre todo, ¿por qué hay quienes imitan el camino de Cristo y ofrendan lo que son y lo que tienen “por los demás”? La finalidad del amplio relato leído mañana no es suscitar ni odio: quieren cuestionar las actitudes mencionadas y “enamorar y llevar al compromiso” hacia ese proyecto llamado “amor de entrega”, del cual dice Pedro: “Él sufrió y nos dejó ejemplo para que sigamos sus huellas” (1Pe 2, 21).
Del mismo modo como los ríos van todos al mar, las diferentes “pasiones o sufrimientos de entrega” en familia, en comunidad, en sociedad, tienen en la “pasión bendita” su mejor referente y clave de lectura. Se trata de “asociar” voluntaria, libre e integralmente los esfuerzos por el bien, la justicia, la paz, a aquella “cruz” inexplicablemente asumida sin delito. Se trata de hacer pasar “todos los viacrucis” de la indiferencia ante el dolor, y todos los reclamos de la conciencia ante la pregunta: Y tú y yo ¿hasta dónde hemos llegado a sufrir incluso, por el bien de otro?
Inexplicable y absurda para ciertos “cristianos de prosperidad y bendición, de potencia y exaltación de Cristo”, hijos de un liberalismo propio del Antiguo Testamento —Dios bendice dando y maldice quitando—, la Semana Santa la entenderán los que estén dispuestos a ser “pequeños y sencillos” en el asumir la propia cruz, y a ser “cireneos” que ayudan a otros a llevar el peso del amor cotidiano. Serán, en fin, los que lean con atención las palabras de Pedro: “Que ninguno tenga que sufrir por malhechor, criminal o ladrón, sino por servir al Señor” (1Pe 4, 12-16).