CON NOMBRE PROPIO

La estafa del siglo

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Para que exista estafa debe haber engaño. Una estafa se concreta cuando por engaño alguien pierde dinero, si no hay engaño puede también perderse dinero, pero entonces no hablamos de estafa.

Un estafador, por lo general, cae bien al ser simpático y amable. Intenta por cualquier medio “ser entrador” y al lograr sentarse en la mesa gana confianza y ejecuta su golpe. Sobre estafas abundan los libros, películas, documentales y obras de teatro, el patrón es similar: el encantador que quiere aprovecharse de fortunas ajenas y ya sea por amistad, amor, sexo, trabajo, negocios o lo que sea, burla dinero a otros.

Guatemala, en el siglo pasado registró varias quiebras bancarias, algunas pudieron ser quiebras de mala fe, otras producto del mercado, del ambiente político y en fin de varios factores; sin embargo, estudiando un poco de historia bancaria es fácil colegir, por lo menos para este escribiente, la mal llamada “quiebra del Banco de Comercio, S.A.”, de negocio tuvo poco y de estafa tuvo mucho, siendo el timo más grande de todo el siglo XX.

Miles de personas eran engatusadas por funcionarios “amables” para “convencerlos” a invertir “en el banco”, pero bajo otra modalidad que no fuera el ahorro convencional “que casi no paga”. Así se les entregaba un “certificado de custodia del banco” con colores muy bonitos, en donde se decía que el “inversionista” había entregado su dinero a otra sociedad y lo único que el banco “custodiaba” era un “título de la inversión” en una sociedad que nadie conocía, cuya razón algo decía con la palabra “comercio”. Como no se lee mucho, y menos las letras pequeñas que son la especialidad de aseguradoras y bancos, los incautos “inversionistas” dormían con la plena confianza de que su banco resguardaba el dinero, aunque los propios documentos dijeran lo contrario.

El Banco de Comercio, de la noche a la mañana, lueguito de lo que ocurrido con Bancafe cerró sus puertas y nadie supo más de sus directivos. De hecho, el único directivo en prisión fue quien se sabe menos tenía relación con las actividades propias del banco, pero por formar parte del Consejo de Administración es quien paga las consecuencias.

El Banco de Comercio, en todas sus agencias, hizo creer a miles de personas que recibía dinero en inversión y ese dinero ingresaba a una sociedad —no regulada— que paraba en bolsillos de particulares. La actividad ilícita se llevó a cabo bajo los ojos y la complicidad de la Superintendencia de Bancos y algunos de sus funcionarios tienen, conforme mandato constitucional al infringir la ley en perjuicio de particulares, responsabilidades civiles y penales pendientes.

Ahora que hay un nuevo ímpetu para perseguir grandes delitos es bueno recordar que el Ministerio Público tiene una gran tarea pendiente con el Banco de Comercio y debe investigarse, hasta el tuétano, donde están los millones birlados y que posibilitan la vida de millonarios que bastantes llevan en el extranjero, así como los distintos funcionarios de la supervisión bancaria que tienen mucho qué explicar y que hacen lo posible para no dar la cara.

ESCRITO POR:

Alejandro Balsells Conde

Abogado y notario, egresado de la Universidad Rafael Landívar y catedrático de Derecho Constitucional en dicha casa de estudios. Ha sido consultor de entidades nacionales e internacionales, y ejerce el derecho.