VENTANA

La gran sorpresa

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Las tormentas de arena cambian el paisaje de los desiertos en segundos. Los guatemaltecos hemos experimentado algo similar en nuestro panorama político, desde que empezaron a soplar fuertes vientos en el mes de abril, con las revelaciones de la Cicig y el MP. Se confirmó con nombres y apellidos la escandalosa corrupción que ha carcomido impunemente nuestras instituciones estatales desde hace décadas. La indignación ciudadana se tradujo en manifestaciones pacíficas ininterrumpidas. “Por fin Guatemala habló”, murmuró el Clarinero. La presión social contribuyó a que renunciaran Roxana Baldetti, ex vicepresidenta, y veinte semanas más tarde, Otto Pérez Molina. Hoy es expresidente de la República. Ambos guardan prisión preventiva. ¿Quién lo hubiera imaginado?

El 6 de septiembre asistimos a las urnas con dudas. Votamos más por una decisión moral para castigar a los partidos políticos señalados de actos ilícitos que por una propuesta partidaria que nos convenciera. Los guatemaltecos ya tenemos claro que el viejo modelo de desarrollo, centralizado en la ciudad capital, no funciona. La lista de insatisfacciones es larga. Estamos convencidos de que el sistema del país debe renovarse. Ese fue el punto de reflexión que generó una afluencia a las urnas que superó el 70% de los votantes. Otro día histórico que demostramos nuestro poder ciudadano. Con nuestro voto castigamos a los dos partidos más señalados de actos ilícitos: PP y Líder. Votamos cruzado. Ya no más cheques en blanco ni aplanadoras en el Congreso. Pero falta mucho. Es preciso depurar más candidatos indeseables en las alcaldías de varios municipios donde los vecinos denunciaron la compra de votos, los acarreos y las manifestaciones violentas. Es fundamental que se aprueben las reformas a la Ley Electoral y de Partidos Políticos antes de la segunda vuelta. Es indispensable que los dos partidos, FCN y UNE, demuestren su cultura política, se abran al diálogo y profundicen en sus propuestas porque los guatemaltecos ya no somos los mismos.

Pero la gran sorpresa en estas primeras elecciones se debe a la presencia de un “huésped” que entró de manera inadvertida a nuestras vidas. Este “huésped” es portador del espíritu de este tercer milenio. Es un medio casi telepático. Es como un viento fuerte que difunde la información en tiempo real y propicia la creación de nuevas circunstancias de un momento a otro. Me refiero a las redes sociales manejadas desde millones de celulares. Gracias a esta revolución tecnológica de la información (RIT), el paisaje político de estas elecciones cambió totalmente. La información de la indignación ciudadana que principió en la ciudad capital y que se ha mantenido viva por más de 20 semanas llegó hasta los poblados más recónditos del país en segundos y derrumbó los pronósticos de varios partidos políticos obsoletos que asumieron que la “gente del campo no se entera”, “no sabe”, “se le puede engañar”. Anne Marie Slaughter escribió: “El mundo emergente de las conexiones en red de este siglo veintiuno, sin embargo, existe por encima de los Estados, por debajo de los Estados, y a través del Estado…” Esto es lo que significa el # “Yo formo parte del cambio”, del Clarinero.

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