TIEMPO Y DESTINO
La guerra de las religiones
Los despachos noticiosos internacionales dan cuenta de que mientras los atacantes lanzaban bombas y disparaban contra multitudes reunidas en el Estadio de Francia, la sala de conciertos Bataclan, en París y otras ciudades francesas, gritaban: —¡Dios es Alah!—, con lo cual provisionalmente se identifica a los autores de los hechos como musulmanes.
Más de cien personas perecieron y muchas más sufrieron lesiones durante los ataques del viernes. Son estos, sin duda, de los más mortíferos ataques contra civiles que se han registrado en Francia en los últimos tiempos. Y han estremecido la conciencia del mundo.
Pocas horas después el ejército del Estado Islámico (EI) se declaraba autor de la masacre. Una represalia —según la declaración que le es atribuida— por los bombardeos con aviones franceses contra posiciones del EI en Siria. Pero hay algo más de fondo.
Simultáneamente los gobiernos de los Estados Unidos y Gran Bretaña dan a conocer que sus aviones y drones mataron en Siria a un ciudadano inglés, de origen árabe, que se encargaba de degollar públicamente a prisioneros occidentales no musulmanes.
Finalmente, es de citar una declaración atribuida al EI según la cual muy pronto sus militantes atacarán a multitudes en Londres, Washington y Roma, capitales de países cuyos gobiernos dirigen una coalición occidental contra los fundamentalistas islámicos.
Esto último pone en relieve que de los motivos típicamente árabes para las guerras entre ellos mismos o contra Israel, se ha pasado a una guerra contra el Occidente cristiano.
Es lo que algunos pensadores denominan Choque de civilizaciones. Y ¿qué debemos entender por civilización? Hay muchas respuestas: es un conjunto de formas de ver, sentir y ser que comprende una visión propia del mundo y se integra con la ideología política, las creencias religiosas, los valores personales y sociales, las costumbres, las leyes, las instituciones y las formas de vida de una sociedad humana determinada.
Los académicos españoles definen la civilización como el conjunto de costumbres, saberes y artes propio de una sociedad humana, como la china, o como el estadio de progreso material, social, cultural y político propio de las sociedades más avanzadas.
De manera que se podría hablar entonces, con mucha propiedad, de la civilización islámica actualmente en el inicio de oro choque con la civilización cristiana occidental.
Es cierto —apuntaba ya Rodrigo Borja en su Enciclopedia de la Política. Edición del Fondo de Cultura Económica, publicada en 1998— que las consideraciones ideológicas han cedido el paso a las cuestiones culturales de naturaleza religiosa y étnica. El antagonismo entre Estados ha sido sustituido por la lucha dentro de los Estados. Hacia el futuro se puede vislumbrar que se intensificará la confrontación que se ha iniciado ya entre la civilización occidental y la civilización islámica”.
En otro párrafo, Borja expresa que “la civilización occidental triunfadora en la Guerra Fría, en su extraordinaria cima de poder en relación con otras civilizaciones, dotada de la enorme fuerza expansiva que le han dado los avances científicos y tecnológicos, ha tratado de penetrar en la civilización islámica —y de hecho la ha penetrado—, pero esta ha respondido con actos de violencia terrorista inspirados en un profundo odio a Occidente. Muchos observadores de las realidades políticas internacionales ven con preocupación estos hechos. Piensan que la declaración de guerra del islamismo contra Occidente está planteada y que los actos que el terrorismo fundamentalista ha consumado en las calles de Nueva York, Buenos Aires o París no son más que el anuncio de lo que vendrá”.
Bueno, dieciocho años después de lo publicado por Borja, la capital de Francia ha sido atacada otra vez con increíble violencia homicida, y Occidente ha reaccionado con tristeza por las víctimas e indignación generalizada contra los autores de la matanza.
Y todo parece indicar que, esta vez, la civilización occidental se va a una guerra, religiosa solo para el enemigo.