La muerte
Ojo: lo mejor de nosotros sale cuando alguna circunstancia nos pone contra la pared. Allí cobramos conciencia de que cada acto de nuestra vida cuenta.
Esta reflexión sobre la muerte resulta de la noticia alarmante de los 488 crímenes, ocurridos solo en el pasado mes de enero, en Guatemala. Lo increíble es que siempre tenemos excusas, tan ridículas, como que la PNC no tenía el combustible para enviar sus patrullas a vigilar las zonas más peligrosas. ¿Será que nos sentimos cómodos con el fracaso?
No olvido la reciente y desafortunada declaración del presidente Otto Pérez Molina, en una entrevista de Prensa Libre, cuando dijo: “Es imposible eliminar la corrupción, está demasiado enquistada”. Esta confirmación, en mi opinión, es un golpe bajo para los guatemaltecos honrados que trabajan de sol a sol. Pérez Molina, en otras palabras, confirmó que está vencido. Pero, si él y su legión de servidores públicos hubieran escuchado a su muerte recordándoles: “Te queda muy poco tiempo, y ninguno para idioteces”, posiblemente habrían tenido el valor de asumir su trabajo con transparencia y celeridad desde el primer día de gobierno. Con ello habrían fortalecido la confianza ciudadana, habrían podido convocar al pueblo, para que, juntos, todos los sectores del país le hiciéramos frente al monstruo de tres mil cabezas que encarna la corrupción y la violencia.
El expresidente de Uruguay José Mujica considera que la transformación de un país depende del esfuerzo colectivo de su sociedad. En Guatemala, gracias a Dios, quedan pequeñas comunidades, como burbujas de oxígeno en un mar contaminado, que nos demuestran el valor de actuar juntos. El ejemplo proviene de los vecinos del área protegida en la Sierra de las Minas, que expulsaron a la empresa ilícita que saqueaba el jade. Dos días después del desalojo, un grupo de gente de la zona subió a la montaña y descubrió a 25 policías que habían colaborado con ellos en el desalojo, ¡robando piedras de jade! Los vecinos, sin titubear, los agarraron y los condujeron a las autoridades de Teculután.
Mi reflexión final: los cambios en Guatemala serán evidentes cuando cultivemos el amor a la vida, cuando generemos conciencia en los jóvenes, a través del ejemplo, que cada acto de nuestra vida cuenta, “¡que ser una persona íntegra vale la pena!”, cantó el Clarinero.
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