VENTANA

La Roma de Francisco

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Carl Grimberg, eminente historiador, inicia su libro con el título Roma, comentando que, en el año 753 antes de Cristo, se fundó en el Lacio una pequeña ciudad que la historia denominaría “eterna.” ¿Quién hubiera creído entonces que esa aislada aldea crearía un imperio mundial y marcaría su huella en el mundo entero? “Todos los caminos llevan a Roma”, y Roma fue durante siglos, en la historia de la humanidad, el centro del mundo; primero desde el punto de vista político, luego, en la esfera religiosa. Más adelante figuró como un centro artístico y literario.

Tuve la oportunidad de visitar otra vez esta legendaria metrópoli al formar parte de la delegación que viajó a la ciudad del Vaticano para entregarle al papa Francisco el libro Servir a la vida, del Dr. Rodolfo Paiz Andrade, editado en colaboración con Gustavo Leiva. Previo a la audiencia general con el Papa, yo quería saber ¿qué cambios percibían los romanos en el Vaticano con la llegada de Francisco? Había observado con asombro la oleada de visitantes de todo el mundo, formando largas colas, deseosos de entrar a la majestuosa e imponente basílica de San Pedro, que fue construida sobre la tumba de este apóstol. El promedio de visitantes suma hasta ¡40 mil personas diarias!

Conversé con varias personas. Entre ellas, Adelina Viteri de Bruno, primer secretario y cónsul de la Embajada de Guatemala ante la Santa Sede, y con su asistente, Antonia Fernández Pérez. Ambas coinciden en que la actitud de apertura de Francisco ha marcado una diferencia enorme que ha llenado las iglesias y las audiencias de nuevo. Adelina dice sonriendo: “Tengo amigos italianos que se profesan ateos pero siempre están pendientes de lo que dice el Papa”. “Imagínate”, agregó Antonia, “sin ofender, de un papa alemán, europeo, a uno latino, argentino, originario de una familia migrante humilde, no noble como ha sido la de muchos papas. Es un cambio radical que vino a descalabrar el protocolo rígido del Vaticano”. Adelina recordó que “no hay que olvidar que Benedicto XVI es de una calidad intelectual profunda, como también de una humildad asombrosa. No dudó en renunciar a su cargo, que podría haberlo detentado de por vida. El papa Francisco le llama el “abuelo sabio”. Así como Benedicto XVI recuperó la forma, la responsabilidad que representa el cargo, marcó límites que eran necesarios en la Iglesia y eso a nadie le gusta. El papa Francisco le ha dado a su cargo un nuevo contexto: un sentido profundamente renovador”.

La apertura de Francisco derriba muros. Propone el diálogo para buscar lo que nos une y no lo que nos separa como la vía para alcanzar la paz. Lanza mensajes fuertes de lo que significa ser cristiano. Nos llama a forjar un mundo inclusivo en todos sus órdenes. “¿Quién soy yo para juzgar?”, se pregunta dando el ejemplo. Manifiesta que el cristianismo no es la única religión y pide respeto para todas las religiones. El año pasado convocó la celebración del Jubileo Extraordinario de la Misericordia. Francisco “camina lo que habla”, susurró el Clarinero. El testimonio es más persuasivo que las palabras. Francisco, cada Jueves Santo, ya no lava los pies a sacerdotes o gente de un nivel acomodado, sino a presos en las cárceles y drogadictos en proceso de rehabilitación, especialmente a quienes no son católicos. Su voz alienta a combatir nuestras limitaciones y banalidades. No se cansa de recordarnos que “Dios nos quiere”. El amor de Dios es más fuerte que el mal y que la muerte en el mundo de hoy. Su misericordia puede encontrarse en el amor que mostremos unos con otros”. Sin duda, Francisco recupera la esperanza que el mundo ha perdido en la fe.

clarinerormr@hotmail.com

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