ECLIPSE
Las mujeres rurales
Es indiscutible el aporte de las mujeres a la economía de los países, aunque no esté cuantificado ni valorado; sus contribuciones en distintos ámbitos del desarrollo también están documentadas y no digamos su “histórico papel” al frente del hogar, el cuidado de los hijos, los adultos mayores, los enfermos y cuanta persona necesita de su asistencia. Ellas reproducen la fuerza de trabajo, día a día y generacionalmente, además de trabajar en condiciones inequitativas.
Siempre las mujeres estamos donde se precisa. Pero hay algunas que son todavía más importantes por el rol vital que desempeñan para la sociedad. Son las mujeres rurales que con su poliactividad garantizan la subsistencia de su núcleo, dinamizan la economía y promueven una existencia grata y digna.
El 15 de octubre se conmemoró el Día Internacional de las Mujeres Rurales, esas admirables luchadoras por la tierra y por todos sus demás derechos, que les siguen negados, provocando además de injusticia, desigualdad. Son ellas las que producen por lo menos la mitad de los alimentos que consumimos, las que se las han ingeniado para preservar los conocimientos ancestrales; que tienen el talento para conocer, aprender y aplicar las nuevas técnicas que mejoran la productividad y las que hacen el milagro de alimentar a sus pequeños.
Pero ellas también están dotadas de otras habilidades, son artistas del tejido, de la arcilla, del yute; hábiles comerciantes y magas en la elaboración de alimentos. Está demostrado que son talentosas administradoras, una garantía para el manejo de los recursos y para el pago puntual de las deudas adquiridas. Son fuertes como el roble y tiernas como las madres.
Es por esta razón que los programas de protección social, en donde se impulsan, las tienen a ellas como las destinatarias de los mismos.
Todos esos atributos y cualidades no son aprovechados, ni debidamente recompensados por el Estado o reconocidos por grandes estratos sociales. En la mayoría de los casos las mujeres rurales carecen de tierra de su propiedad, trabajan en terrenos ajenos, con incertidumbre, no son sujetas de crédito y están entre los grandes sectores desposeídos, excluidos y en situación de pobreza. Los programas de agricultura familiar las incluyen insuficientemente.
Pero su lucha por sus derechos ha sido constante, nadando siempre contra la corriente.
La Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura ha acompañado sus luchas y recientemente hizo un llamamiento a diseñar sistemas de protección social adaptados a sus necesidades, ya que tienen mayores efectos en la seguridad alimentaria y la nutrición.
El acceso a la propiedad de la tierra, además de certeza jurídica, significa autonomía económica, bienestar para la familia y hasta disminución de violencia de género, aseguran las lideresas.
Llamamiento al próximo gobierno a saldar cuanto antes esta deuda social.
iliaalamilla@gmail.com