Las piedras de Antigua
De acuerdo con J. J. Pardo, en sus Efemérides, previo a la llegada del nuevo presidente de la Real Audiencia a mediados de 1773, llovía a cántaros. El día 11 de junio Martín de Mayorga fue recibido en las afueras de la hacienda El Cabrejo; esa misma tarde se sintieron dos fuertes temblores que dañaron el palacio y al día siguiente tomó posesión del cargo. El 25 de junio el río Pensativo inundó la parte oriente y centro de la ciudad, y el 29 de julio a las tres y cuarto de la tarde, después de un leve movimiento de tierra, la ciudad “fue destruida” por una serie de temblores.
Las autoridades locales, iglesia, universidad y vecinos se organizaron, y una vez más se adecuaron a las condiciones adversas del territorio. El 2 de agosto, el presidente Mayorga propuso a los miembros de la Real Audiencia informar a su majestad la ruina del 29 de julio, haciendo ver la conveniencia de abandonar el Valle de Panchoy. El Ayuntamiento decidió quedarse y reconstruir, en tanto el capitán general insistió en el traslado. Dejó la ciudad el 6 de septiembre y fijó su residencia en la Ermita.
Una vez instaladas las autoridades en la Nueva Guatemala de la Asunción, Mayorga fue a Antigua Guatemala el 27 de septiembre de 1777.
Después de visitar el Real Palacio, ordenó “arrancar puertas, ventanas, rejas, lozas, maderas, tapices, cañerías del agua corriente, búcaros, escudos, ”, es decir, todo aquello que pudiera volverse a usar. En esa visita dejó ordenado “al justicia mayor Fernando del Sobral que si faltaba piedra en la Nueva Capital, arrancara las piedras de las calles ”.
Antigua Guatemala resurgió como ciudad monumental conservada en el tiempo, galardonada, legislada adecuadamente y reconocidos sus valores a nivel mundial. Eso la hace un apetecido bien, tanto para disfrutarla, vivir con la mejor calidad de vida que el país ofrece, así como para explotarla.
En los últimos años la voracidad edilicia sumada a la incapacidad institucional permitió la proliferación de condominios y viviendas de carácter especulativo, sin atender regulaciones urbanas, pero, sobre todo, caricaturizando la arquitectura tradicional. Para lograrlo requiere piedra, sea tallada para pisos, como aquella cuadrada y quebrada usada en los empedrados.
Los especuladores ven a la histórica ciudad como la gran cantera. De ahí que durante los actuales trabajos de mantenimiento de las calles, las piedras gastadas por el tiempo desaparecen y son sustituidas por nuevas.
Según un albañil municipal, al reclamársele el porqué del cambio, indicó llanamente: porque ya están viejas ¿Se trata de un émulo del capitán general o solo es parte de una productiva organización a costa de la conservación de la Ciudad?