Las reglas del juego

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Cada día se presencian actos reñidos con la ley —además de los 16 asesinatos diarios y otras formas de violencia extrema—,  los cuales ya son tolerados como parte de la rutina. Quizás por ello sea tan normal pasarse el semáforo en rojo con la ridícula excusa de que “no venía nadie”. O que los diputados abandonen al partido político que los llevó al poder y se cambien al del opositor por pura conveniencia personal, traicionando de manera recurrente a sus electores y de ese modo violando un principio ético elemental.

Es importante señalar que la sociedad no es tan víctima como parece, ya que participa en este despliegue de anarquía con similar entusiasmo que sus líderes políticos y sus autoridades, porque eso de las normas es tan flexible como para infiltrarse en cualquier espacio en donde exista un interés particular. Sobre todo, cuando la posibilidad de librarse de la sanción correspondiente a la trasgresión es tan accesible.

Pero a veces este festivo modo de conducta paga su precio. Eso les sucedió a los participantes de la Caravana del Zorro por no respetar las reglas del juego. No solo ignoraron el uso obligatorio del pañuelo verde, sino actuaron como hacen por costumbre, algunos llevando el casco colgado del codo, otros con su familia apretujada en el asiento trasero y aunque el esfuerzo de convocatoria fue exitoso, no lograron su objetivo de ingresar al libro de los récords. Las autoridades de la fundación Guinness, por si no lo sabían los organizadores, son extremadamente estrictas cuando de incluir un nuevo récord se trata y así es como se hacen las cosas en el mundo desarrollado.

Esa característica del desarrollo: a cada violación una sanción aplicada, es una especie de regla de oro en las sociedades organizadas, democráticas y más o menos ideales. A veces, desde la distancia del subdesarrollo, ese nivel se percibe como un estadio superior inalcanzable, pero en realidad es respetar las normas y conducirse dentro del marco legal, sin excepciones. De eso se trata: de un consenso colectivo para impedir, por un lado, los abusos de poder, el clientelismo, la corrupción, el uso arbitrario del patrimonio nacional y, por otro, de establecer un compromiso formal y absoluto de respeto a las leyes vigentes.

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