La maldición de la violencia

GONZALO DE VILLA

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Como país, Guatemala vive y ha vivido asediado por la violencia. Quisiera subrayar en este artículo el carácter fratricida de la violencia. El carácter fratricida nace del hecho de que la pertenencia a la especie humana nos hace a todos semejantes. Desde una visión creyente cristiana, esa semejanza nace del reconocimiento de un Creador común y ello reafirma la hermandad en relación a un padre común. En terminología legal podemos hablar de asesinatos y de homicidios. La raíz cidio —procedente del latín— nos habla de matar. Una variedad de palabras han desarrollado tipologías de distintos tipos de homicidios: genocidio, suicidio, femicidio, viricidio, uxoricidio, infanticidio, parricidio.

Llevar al plano del fratricidio —técnicamente, la muerte de un hermano a manos de otro— a todo tipo de muertes humanas causadas por otros seres humanos quiere plantear lo fundamental de la maldad del homicidio y lo éticamente grave e inaceptable de justificar, aceptar y darle aval al recurso a la violencia, si necesario, homicida para conseguir propósitos inmediatos por parte de instituciones, organismos, grupos sociales o movimientos locales, mafias, carteles del crimen y un largo etcétera que incluye, lamentablemente, culturas locales e institucionales.

La sangre de los matados clama a Dios y grita desde la tierra, tierra bendecida desde el acto creador inicial y bendecida, generación tras generación, por el esfuerzo honrado, el trabajo duro de hombres y mujeres que la han habitado, poblado, cultivado y engrandecido en dimensiones que dan vida y que construyen paz.

Pero tierra también que maldice a los asesinos, a los caínes, independientemente de a qué propósitos o intereses sirven cuando matan. Maldecir a los asesinos es entregarlos a la perdición. Errantes y perdidos en la vida, los asesinos pueden quedar impunes y debemos luchar para que así no sea.

Pero hay una deshumanización honda que hace de ellos menos personas, menos seres humanos. Serían, por decirlo en lenguaje figurado, unos neandertales ontológicos sin futuro a los que solo el regreso a la plena condición de homo sapiens se les posibilitara por la vía de la redención social y del arrepentimiento hondo y probado.

¡Ah, malditos asesinos! ¡ah, víctimas bendecidas! ¡ah, maldita violencia fratricida que a tantos degrada y a tantos golpea!

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